La mayoría de las personas tiene muy claro que cuando vamos a la playa o a la piscina, debemos proteger nuestra piel con bloqueador solar. Lo que la mayoría no tiene claro es que nuestros ojos son tan sensibles como nuestra piel, y también debemos protegerlos del sol.

Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 3 millones de personas quedan ciegas cada año a causa del exceso de radiación solar.

Las estadísticas de la OMS demuestran que nuestros ojos, al igual que cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, debe recibir cuidados durante todo el año. Sin embargo, durante primavera y verano la radiación salir solar es más intensa, por lo que es necesario prestar especial atención a nuestra vista en estas estaciones.

"El verano es la época de mayor radiación solar. Esto significa que los rayos ultravioleta (UV) tienen un índice especialmente elevado, lo que se traduce en una mayor capacidad de producir lesiones en las áreas sensibles del cuerpo", explicó el médico oftalmólogo Omar López Mato, del Instituto de la Visión.

Según los expertos, la exposición excesiva a los rayos UV está directamente relacionada a la aparición de problemas visuales, como cataratas y cambios degenerativos en la córnea. Esto puede tener consecuencias como la visión borrosa, irritación, enrojecimiento, pérdida temporal de la visión y en el peor de los casos, ceguera.

La córnea es la primera lente que encuentra la luz cuando penetra en nuestro globo ocular y de su transparencia depende nuestra capacidad visual, pero además nos protege de lesiones y de infecciones.

Si recibe daños por exceso de exposición a los rayos UV, el proceso degenerativo resultante puede traducirse en un bloqueo de la luz que entra a nuestro ojo, lo que a la larga puede dejarnos permanentemente ciegos.

Algunos de los principales problemas causados por la exposición a los rayos UV son la queratitis actínica, el ojo de surfista, las lesiones en la piel de los párpados, cataratas y la queratitis solar.

Lo mejor para contrarrestar los efectos de los rayos UV es usar gafas de sol con los filtros correspondientes. Se deben buscar específicamente aquellos que cuentan con los filtros UVA y UVB 400, los que ofrecen la mayor protección. Si no las tienes, deberías evitar mirar al sol, y también cuando lo haces indirectamente: por ejemplo, cuando te molesta mientras manejas, o intentas leer en la playa.

El riesgo de sufrir daños en nuestra córnea es acumulativo a lo largo de varios años, por lo que hay que crear hábitos desde la infancia, como proteger a los niños con gorras o viseras.