Amaneció soleado el sábado 12 de septiembre a orillas del Río de la Plata en Buenos Aires. Tan soleado estaba, que florecieron conciencias convencidas de que era verdad eso que se oye por ahí,  de que es posible cambiar el mundo construyendo desde el amor. Cuando lo que se siembra es felicidad y lo que se cosecha es alegría, solo cambios positivos brotan en el entorno.

A través de la difusión de prácticas que generen un impacto positivo en el entorno, se intentó plantar una semilla de cambio. Para lograrlo, se convocaron artistas, emprendedores y referentes de la sustentabilidad con el fin de demostrar que vivir más ecológicamente es posible y que, si cada uno genera un pequeño cambio en sus prácticas cotidianas, se puede lograr un equilibrio real entre lo económico, lo social y lo ambiental.

El Festival Consciente fue una experiencia para dejar de lado el prejuicio para celebrar que a todas las personas que están despertando y queriendo modificar su ecosistema, ¡incluso de quienes simplemente estaban allí por curiosidad! De la mano de la Municipalidad de San Isidro, la ONG Ecomanía y La Bioguía se convocó a un fin de semana a pura fiesta, naturaleza y aprendizaje.

El sol no se escondió en ningún momento y se estima que más de 15.000 personas participaron del evento. En los dos días del festival, referentes de distintas áreas de la sustentabilidad expusieron y brindaron a la comunidad charlas inspiradoras acerca del cambio climático, energías renovables, emprendedurismo social, tecnologías verdes, permacultura, bioconstrucción, preservación del medio ambiente, protección de los animales y cuidado de la salud.

En simultáneo, un paseo de compras permaneció abierto para ofrecerle a los espectadores una opción de comercio distinta. Esta feria estuvo al mando de productores y diseñadores sustentables, es decir, emprendedores que, directa o indirectamente, eligieron reutilizar, transformar materiales o trabajar bajo una decisión responsable de promover el comercio justo a través de emplear a la comunidad afianzando la cadena de valor.

Los productos que se posaban en los stands de alguna manera u otra proponían una nueva forma de conexión. Ya sea con el propio cuerpo a través de la alimentación, el cuidado personal o literatura para pensar. Ya sea con los otros, generando conciencia en la compra de productos sustentables producidos por nuevos integrantes de la cadena de valor, o bien con el medio ambiente, con ítems hechos a partir de materiales innovadores. La oferta, en general, apuntaba al desarrollo de una forma de consumir más consciente con el entorno.

Para lograr un equilibro “puertas hacia fuera” primero hay que lograr una conexión interna y encontrar la armonía "puertas adentro". Por eso, cuando el hambre comenzó a aparecer, los cocineros conscientes no se hicieron esperar. Dentro del predio del festival estuvo presente un mercado de productores orgánicos, que se dedicó a generar conciencia acerca de cómo nos alimentamos. Hicieron muestra a la comunidad de que alimentarnos de forma saludable y natural no solo es posible, sino también, deliciosa.

Por otro lado, el rincón del bienestar ofreció un momento de relajación y armonía. A través de la enseñanza de técnicas como yoga y reiki,  meditación, terapia de sonidos y masajes con cuencos tibetanos, se generó conciencia de la importancia de tener el cuerpo y la mente en la misma sintonía. En ese mismo espacio, y para practicar posturas y ejercicios de elongación, estaban ubicados los gimnasios de bambú los cuales fueron aclamados y muy utilizados por grandes y chicos. 

Los niños son grandes agentes del cambio. Por eso, el festival no se olvidó de ellos y ofreció diferentes actividades para deleitaros. En una plaza didáctica se ofrecieron actividades lúdicas para los más pequeños: excursiones a la reserva ecológica, talleres de arte, taller de huerta y de armado de títeres. También hubieron talleres de reciclaje, de armado de billeteras y libretas con envases tetra-pack  y un dinámico y entretenido taller de movimiento experimental. En otro rincón del festival hubo también una exposición interactiva de arte.

La música no paró de sonar durante los dos días que duró el festival. Las bandas que participaron del festival fueron: Otro Mambo, Jeites, Churupaca, Perotá Chingó, Los Mutantes del Paraná, Folá Super Afro, Julio y Agosto y Bándalos Chinos. El domingo, cuando finalizó la última banda, Perotá Chingó, se invitó a todos los espectadores a una siembra colectiva. Se regalaron semillas y cada uno se llevó un árbol para plantar con la promesa de que en algunos meses todos vuelvan a juntarse para trasplantar ese mismo árbol en el bosque ubicado enfrente del río, cerca del predio.

El Festival Consciente 2015 fue un intento de difundir diferentes maneras de modificar el entorno en el que vivimos, fue un intento por crear despertares y por celebrar quienes están muy bien despiertos con la convicción de que un mundo diferente es posible y está al alcance de nuestras manos.

Expandir, difundir y apropiarse de prácticas conscientes con la salud, el medioambiente y sobre todas las cosas con el otro, es posible si nos escuchamos y nos conocemos. Cada uno de nosotros es  un agente cambio y es portador de la responsabilidad de contagiar esta energía. 

Agradecemos a nuestros amigos de Mudarte que nos ayudaron a trasladar todo lo necesario para realizar el Festival Consciente.