Durante mucho tiempo, una pequeña estructura situada en el centro del cerebro tuvo de cabeza a fisiólogos, médicos y demás estudiosos de la naturaleza humana. Todos querían saber para qué servía una pequeña bellota ubicada en un lugar estratégico.

Hasta el siglo XX no se descubrió que la función de esa estructura, la glándula pineal, era la de secretar una hormona llamada melatonina, la cual regulaba el reloj biológico que sincronizaba los ritmos del organismo.

Esta hormona también se hizo popular por su acción natural citoprotectora, al prevenir en muchos casos el daño o la muerte celular, y por su efecto antienvejecimiento.

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En 1978 se comenzó a revelar la faceta más conocida de la melatonina. Primero se descubrió que estaba relacionada con los ritmos circadianos, concretamente con los que rigen el sueño y la vigilia. Pero sucesivas investigaciones en animales mostraron su implicación en el resto de ciclos, endocrinos y metabólicos.

Ahora bien, ¿cómo podía regular tantas funciones al mismo tiempo? Se descubrió que en una región del hipotálamo llamada núcleos supraquiasmáticos hay unas células que constituyen nuestro reloj biológico central. Son unas 20.000 neuronas que tienen unos genes que expresan, de manera rítmica, unas proteínas.

Cada noche, este reloj envía una señal a la glándula pineal para que produzca melatonina, y este aviso sirve, además, como orden para que en el cuerpo se acompasen el resto de nuestros ritmos orgánicos. ¿Qué tiene esto que ver con el día y la noche? Hay que explicar que esta hormona es un sincronizador interno de las funciones biológicas.

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Pero existe otro externo, el fotoperiodo, que tiene que ver con los cambios de luz y oscuridad. Y ambos actúan de forma conjunta. Así, la información visual que recibimos del exterior también interviene en la actividad del reloj biológico, haciendo que cada veinticuatro horas se produzca un pico de melatonina que baña a través del sistema circulatorio al cuerpo entero.

Esta rutina se rompe, por ejemplo, cuando hacemos un viaje transoceánico y atravesamos diferentes husos horarios, ya que ocurre un desajuste entre lo que marca el cronómetro interno y lo que los sentidos perciben. De forma natural, este desfase tarda de tres a cinco días en solucionarse, aunque puede acelerarse con suplementos de esta maravillosa melatonina.

y tú, ¿conocías las funciones de esta hormona tan particular?

Fuentes:

Muy Interesante

Mayo Clinic