Seguramente muchas veces te has preguntado por qué tus electrodomésticos ya no duran tanto tiempo como antes. También debes haber notado que, en los últimos años, cuando los artefactos eléctricos se descomponen, repararlos cuesta más caro que reemplazarlos.


No es casualidad que esto ocurra. Los objetos electrónicos tienen una fecha de vencimiento, un punto final a su vida útil que está programada de antemano por los fabricantes. Se trata de un fenómeno conocido como “obsolescencia programada”, es decir una programación del fin de la vida útil determinada de un producto, anticipada durante el proceso de manufactura del mismo. De modo que, tras un periodo de tiempo calculado de antemano por el fabricante (a veces durante la fase de diseño de dicho producto), este se torne obsoleto, no funcional, inútil o irreversible"


La era de las nuevas tecnologías ha transformado los hábitos de consumo. Cada vez más rápido los artículos electrónicos son reemplazados por otros más nuevos. A veces, esto se da solamente por una tendencia a querer estar “a la moda” o a tener lo último, otras veces porque al artefacto se le acaba su vida útil y otras tantas porque permanentemente aparecen ofertas tentadoras de nuevos productos con características y tecnologías más novedosas. Lo que ocurre es que el mercado crea una falsa necesidad de urgencia a la hora de ofrecer cambiar nuestra tecnología por otra más nueva.

Vance Packard fue uno de los primeros en estudiar este fenómeno en su obra “The waste Makers”. Allí, el periodista norteamericano se encarga de hacer una clasificación de este fenómeno diferenciando las causas por las que se produce:   Obsolescencia de función: se da cuando el producto sustituye a otro por que es funcionalmente superior;  Obsolescencia de calidad: el producto se vuelve obsoleto por un mal funcionamiento programado de fábrica;  Obsolescencia de deseo: Ocurre cuando el producto aún siendo funcional y no habiendo sustituto mejor, deja de ser deseado por cuestiones de moda o estilo y la sociedad comienza a asignarle valores peyorativos que disminuyen su deseo de compra y fomentan su sustitución.

En todos los casos, la obsolescencia programada no hace otra cosa que beneficiar a los empresarios de la industria electrónica y perjudicar a los consumidores, quienes por diferentes causas, no tienen otra salida que reemplazar constantemente sus aparatos electrónicos.


Todo esto, por supuesto, no es gratis para nuestro planeta. Este fenómeno, trae consigo un gravísimo problema para el medio ambiente ya que todos esos artículos en desuso se vuelven desechos que generan toneladas de chatarra electrónica al año. Según la ONU, se estima que cada año en el mundo se generan más de 50 toneladas de basura electrónica y que un porcentaje muy grande de ésta termina desechada en vertederos de países en vías de desarrollo.


Si bien no podemos evitar que a los artefactos se les acorte la vida útil (ya que eso no depende de nosotros como consumidores),  es posible realizar pequeñas acciones para combatir este fenómeno:  Cuidar mucho nuestros dispositivos electrónicos; Evitar caer en la tentación del mercado y tratar de elegir nuestros productos por sus funciones básicas y no por agregados decorativos que incluyen las empresas; Informarnos muy bien antes de comprar un producto, consultar con personas informadas, leer artículos, indagar si realmente estamos comprando el “más duradero” dentro del abanico de posibilidades que se nos ofrecen; No comprar artefactos que realmente no necesitemos, pensar mucho antes de consumir y no dejarse llevar por los impulsos que promueve el mercado; Antes de cambiar un aparato porque no funciona, tratar agotar todas las vías de posibles reparaciones. Quizás nos signifique un costo económico mayor. Sin embargo, debemos tener en cuenta que al elegir repararlo, estamos decidiendo invertir en un mejor futuro para nuestro planeta; Si vamos a cambiar un producto que funciona, asegurarnos de que haya otra persona que lo necesite; en caso de que no se pueda reparar el producto, evitar desecharlo junto a la basura común. Consultar a técnicos y reparadores, ya que a ellos podrían servirles los repuestos.