En el celular, la calle o incluso en medio de las películas que miramos o la música que escuchamos, la publicidad está presente.

Nos hemos acostumbrado tanto a que nos aparezcan anuncios por doquier y en los más variados formatos que ya nuestra mirada directamente los omite.

De toda la cantidad de publicidades que recibimos, muy pocas captan nuestra atención. Y en general, las que lo hacen se destacan a nivel estético, creativo o por tener un contenido que genera identificación (o rechazo).

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La publicidad, por lo tanto, habla de cómo es una sociedad en un momento dado, porque las marcas, para generar empatía en sus consumidores, intentan cada vez más hacerse eco de la cultura que se respira en el aire.

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Hace muy poco, me encontré con la publicidad que más abajo les comparto. Se trata de un comercial que ya nos resulta viejo, aunque no lo es tanto.

Es de una importante marca de desodorantes para hombres y, cómo podrán imaginarse, es extremadamente machista.

En él se ve a un hombre joven que despierta luego de una noche de fiesta y encuentra la casa desordenada y una mujer durmiendo en su cama. Entonces, llama a una especie de “agente secreto” que, como si fuera un detective, se dedica a borrar los "rastros" para que al llegar su novia, no se de cuenta de nada.

Mientras tanto, le da consejos para engañar e incluso pone a la chica en un taxi, desnuda y envuelta en una sábana.

Mira la publicidad aquí:

Hoy, esa publicidad nos alarma pero también nos habla de cómo fueron cambiando las cosas en tan poco tiempo.

Comportamientos e ideas como ésas las tomábamos como naturales o hasta nos generaban risa. Hoy, no lo permitiríamos porque rebaja a la mujer a un nivel extremo.

La lucha que están librando las mujeres por reivindicar sus derechos es la razón de que así sea.

Sin embargo, muchos de esos comportamientos e ideas siguen estando presentes, y nos hablan de que la lucha todavía continúa, incluso en lo que nos parece más “normal” y “cotidiano".

La publicidad es una expresión más de lo que somos y de lo que queremos ser, porque el mercado, ante todo, vende deseos.