En la publicidad, los medios e incluso en muchos de nuestros pensamientos más arraigados, la idea de que “tener más” nos llevaría a ser “más felices” aún sigue estando muy presente en nuestras sociedades. Pero, ¿realmente tener más nos aporta bienestar?

Quienes practican el minimalismo en su vida cotidiana sostienen que la clave para lograr la armonía es simplificar todo a lo más mínimo; quitar los prejuicios que tenemos sobre el “menos” para quedarnos con lo esencial, con lo que realmente necesitamos.

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Como una profunda limpieza espiritual, el minimalismo apunta a despejar el espacio, la mente y los sentimientos. Deshacerte de lo que está de más en tu vida es entender que no necesitas tanto para ser feliz, y que el bienestar es una cuestión de elección y no así de adición.

Aprende aquí cómo aplicar el “menos es más” en tu vida cotidiana.

1. Despeja el espacio: ¿realmente lo necesitas?

Tómate un momento para mirar a tu alrededor. ¿Realmente necesitas todo lo que ves? ¿Qué función tienen esas cosas para ti? ¿Cuándo fue la última vez que las usaste? Dedícate el tiempo para despejar todo lo que esté de más. Hacer este trabajo físicamente, en el espacio, te ayudará a hacerlo también dentro de ti.

2. Aléjate de los vínculos tóxicos: ¿es realmente algo bueno para ti?

No todos las relaciones que establecemos son buenas para nosotros. Claro que ninguna será perfecta, pero si algunos de tus vínculos te generan más malestar que lo que te ayudan a crecer, quizás sea tiempo de replantearte si realmente te nutren. Si la respuesta es “no”, tal vez sea el momento de agradecer el aprendizaje y seguir adelante, en búsqueda de vínculos más sanos para ti.

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3. Cultiva tu interior: ¿qué crees que es realmente la felicidad para ti?

Nos hemos acostumbrado a ver la felicidad relacionada con el consumo. Por eso tantas personas, cuando se sienten angustiadas, van de compras. Así acumulamos y acumulamos innecesariamente; evitando preguntarnos qué nos pasa realmente. La búsqueda de lo genuino apunta a volver hacia nuestro centro y recordar qué es lo que realmente nos genera felicidad. Pero no una felicidad artificial, si no una verdadera, aquella que puede esconderse en la sonrisa que nos produce el abrazo de un amigo.