A prácticamente 1300 kilómetros de Sana’a, la capital yemení, y muy cerca de la frontera con Omán, se encuentra uno de los grandes enigmas de la madre naturaleza. El agujero de Barhout es objeto de estudio de investigadores y motivo de curiosidad de potenciales viajeros. Por suerte o por desgracia, durante sus millones de años de vida nadie ha sido capaz de descifrar sus orígenes o de dilucidar qué se esconde en su interior.

Mientras tanto, las historias de espíritus maléficos crecen y envuelven a este espectacular orificio de 30 metros de diámetro. De hecho, la población residente profesa que el tremendo cráter fue creado como prisión para demonios. Sin duda, el desagradable olor que emana del agujero no ayuda para confrontar sus fervientes creencias.

La imaginación de los residentes vuela hasta el infinito y se narran todo tipo de leyendas. El folclore cuenta que el agujero es capaz de succionar aquello que le rodea, que los djins o espíritus malignos vivían en el pozo o que es una amenaza real para el planeta Tierra. La población local incluso rechaza hablar del tema y evita acercarse a esta zona del desierto de la provincia de Al-Mahra, por miedo a la supuesta maldición que yace sobre el orificio.

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Los únicos seres vivos que parecen atreverse a penetrar en la brecha son algunas aves, aunque no tardan en salir a campo abierto. Algunas incluso anidan en las cornisas superiores del abismo, ya que sus paredes forman una serie de anillos contiguos.

Por el momento no se dispone de información contrastada acerca de cómo fue ocasionado o que secretos hallaremos por el camino. Las autoridades regionales manifiestan que una expedición consiguió descender por sus paredes verticales e irregulares hasta los 60 metros de profundidad. En este punto la falta de oxígeno y nula ventilación era tal que obligó al equipo a iniciar su regreso, aunque se estima que su base se encuentra a unos 100 o 250 metros.

Salah Babhair, director general al mando del estudio geológico y de sus recursos minerales, hace hincapié en el extraño aroma que es desprendido al exterior, aportando al lugar un punto adicional de misterio. La teoría más factible es que se deba a gases sulfurosos.

Parece increíble pensar que esta fascinante y cautivadora maravilla natural, rodeada de supersticiones y leyendas de todo tipo, no haya sido investigada debidamente a lo largo de los años. La razón se debe a que Yemen es un país sumido en una profunda crisis humanitaria, con multitud de conflictos y desgraciadamente muy pobre. Por todo ello, el gobierno no dispone de medios suficientes ni existen espeleólogos internacionales que se hayan podido embarcar en el desafío de aportar más luz al misterio.

Sería fascinante que algún día se pudiera conocer el origen de su formación y su inquietante esencia. Así esa pizca de conocimiento llenaría un poquito más el vaso del sabiduría.

“Lo que conocemos es una gota, lo que no conocemos es un océano”, Isaac Newton.