Debo confesarlo: por varias décadas he sido un perfeccionista, y debí trabajar fuertemente para aceptar lo obvio: no existe la perfección en este mundo. Por eso quiero compartir estas cinco claves que pueden ayudarte, porque he sufrido mucho por tener aquel comportamiento.

A la mayoría de las personas les encanta hacer las cosas bien, en niveles aceptables y hasta sobresalientes en cualquier aspecto de su vida. Sin embargo, hay un grupo de gente que pretende ir más allá: los perfeccionistas. Son aquellos que no pueden permitirse que cualquier cosa o situación no roce con la perfección y sea impecable desde su propia mirada; y tienen la obsesión compulsiva a corregir lo que consideran imperfecto.

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Se estima que el perfeccionismo es un gran generador de ansiedad, porque la persona se siente en un estado emocional alterado cuando las cosas no se presentan o lucen como ella quisiera según su patrón y medida.

En un artículo de 2017 del Journal of Psicología & Cognition, se afirma que hay una relación de causa y efecto entre el rasgo perfeccionista con la ansiedad y con otros trastornos psicológicos.

El miedo a fallar, ser excesivamente auto críticos sin sentido y expectativas personales extremadamente altas los somete a una presión extrema que, si no es abordada convenientemente y canalizada, puede afectar la salud mental.

¿Qué pensarán de mí?

Nadie duda de que las cosas hechas con calidad y excelencia se destacan por sí solas. Sin embargo, eso alcanza para los perfeccionistas, y detrás de ese comportamiento aparece la pregunta clave: “¿Qué pensarán de mí?”, a la que ven como una amenaza de su integridad y de su reputación.

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Desde el plano humano la perfección no existe: somos falibles, nos equivocamos, y esa tensión interna de querer tener el control absoluto todo el tiempo es lo que deriva en ansiedad. Que es prácticamente opuesta a la felicidad: a más preocupación y sentimientos ansiosos, bajan más los niveles de bienestar.

También los puede afectar la “parálisis por análisis”, porque se quedan deliberando extensamente o enredados en un pensamiento circular que les impide tomar decisiones prácticas y rápidas.

En un estudio de 2019 de la revista Cognitive Processing en más de 600 personas adultas, se mostró que la tendencia al perfeccionismo, síntomas de ansiedad y problemas de sueño están relacionados, porque la sensación de no llegar a ser “perfectos” lleva a la preocupación, impotencia, decepción y frustración, y esto deriva en insomnio.

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Todas las enfermedades pueden tener causas emocionales.

Una característica que también tienen estas personas es la de hipervigilancia: hay una sobre exigencia permanente que las lleva a estar alertas en exceso, y esto los somete física y emocionalmente produciendo un gran desgaste mental y emocional.

5 claves prácticas de un ex perfeccionista

En base a la experiencia real que comenté al comienzo, comparto estas ideas que a mi me sirvieron:

Aprende a tolerar niveles de imperfección

El proceso se inicia con entender que no somos superhéroes o heroínas, ni estamos destinados a hacer las cosas ‘perfectas’ (tal como creemos que deberían ser). Es más: si lo piensas en detalle, has dedicado tantas horas y esfuerzo a detalles insignificantes, que podrías haberlas entregado en otros aspectos productivos.

No piensan en los detalles
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Sé excelente, que no es lo mismo

Un concepto que me ha ayudado a superar el afán de perfeccionismo es el de la excelencia, que significa hacer todo lo mejor a nuestro alcance para obtener el máximo resultado posible. Esto cambia la dimensión del “ser perfecto” a “ser excelente”, y da lugar a cierta flexibilidad para obtener resultados sobresalientes en lo que haces, sin desgastarte.

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Aprende algo que sea completamente nuevo y difícil para ti

Un idioma, un instrumento, un deporte que requiera mucha técnica, te ayudarán a aprender a lidiar con la frustración de que las cosas no salgan perfectas: el contar con profesores expertos va a ayudarte a bajar del pedestal perfeccionista y a conectar con la humildad. El cerebro hará un nuevo ruteo con las neuronas, y, progresivamente, te darás el permiso de aprender a fallar de vez en cuando, sin tanta sobre exigencia.

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Aceptar los matices de la vida y hacerte una pregunta clave

No es “todo o nada”. El proceso de salir de la conducta perfeccionista implica conectarse con apreciar los matices de la vida. En el viejo patrón, parece que con cada acción se juega la vida de la persona. Por eso es conveniente empezar a experimentar miradas apreciativas de lo bueno que ya están viviendo y no tener siempre puesta la mirada en sí con tendencia a regañarse por no haberlo hecho perfecto, ni exigir lo mismo a los demás -como suele ser la tendencia en las relaciones interpersonales-.

Por ejemplo, cuando algo se sale de su curso según tu opinión, puedes es aceptarlo y pensar “¿Qué es lo peor que podría pasar?”. Y al instante te darás cuenta de que no hay nada mayormente grave y que puedes tolerarlo sin que te genere más presión o ansiedad.

Busca ayuda de un terapeuta

Si no logras salir del patrón de comportamiento perfeccionista y sientes que te cargas de ansiedad, consulta de inmediato con los terapeutas entrenados. Te ayudarán a buscar la raíz, a encauzarla y a incorporar hábitos distintos para salir de las respuestas habituales, que, tal como lo has vivido hasta ahora, te desgastan completamente por dentro.

¿Y tú cuándo vas a dejar de buscar alcanzar la perfección?