Tal vez no quieras admitirlo, pero la verdad es que amas las cosas tiernas; no puedes controlar el sentimiento que te genera, por ejemplo, un gatito bebé.

Está bien, eso no te hace raro ni menos rudo. Hay una explicación para entender por qué las cosas tiernas nos generan esas sensaciones de amor que no podemos controlar. No tiene que ver con la edad o el género, sino que es algo innato que se explica científicamente.

La supervivencia

La razón por la que amamos las cosas tiernas tiene que ver con la supervivencia de la especie.

Cuando un bebé humano llega al mundo, es sumamente frágil. Necesita que todo su entorno lo proteja para sobrevivir en la primera etapa de la vida. Así es que tenemos una predisposición natural para amar y querer cuidar de las cosas que nos parecen tiernas, especialmente los bebés.

Las características que naturalmente asociamos con los pequeños humanos son compartidas por bebés de otras especies, por eso también sentimos esa inexplicable atracción por los cachorros animales, e incluso, los juguetes que los emulan.

Lo que sucede en nuestro cerebro con cosas lindas

La cabeza redondeada y desproporcionadamente grande, las mejillas rechonchas, enormes ojos justo debajo de la línea media de la cara... Esas son algunas de las señales “lindas” que reconocemos enseguida.
   
Detectar este tipo de característica en un ser cercano activa toda la zona del cerebro vinculada al placer y a las recompensas, liberando también hormonas como la dopamina. Es la misma parte del cerebro que, por ejemplo, se vincula con la motivación, el orgasmo o la dependencia a las drogas.

Así, sentimos tal atracción por las cosas tiernas que nos genera cierta adicción. Queremos estar cerca, sostener, abrazar o acariciar.

Otros usos que se le dan

El marketing conoce mejor que nosotros lo que nos gusta y nos genera reacciones. Por eso, esa preferencia por las cosas tiernas se utiliza mucho en el diseño de productos.

Desde juguetes hasta autos (¿No es adorable el escarabajo?), muchos productos están pensados para enviarnos un mensaje: “no te preocupes, sólo ámame”.

También es común ver cómo se utiliza la ternura en representaciones gráficas, como dibujos animados o incluso marcas o publicidades.

Las cosas tiernas nos hacen querer más, y por eso es que los ositos de peluche son un buen regalo para San Valentín.

Así que ya sabes, no te avergüences de sentir un enorme deseo por las cosas tiernas: ¡Estás salvando la especie!