Brett Archibald era un hombre de negocios sudafricano que en su tiempo libre disfrutaba del surf. Por eso, decidió emprender con algunos amigos un viaje para practicar este deporte. Sin embargo, las cosas tomaron un rumbo inesperado.  

Como muchos surfistas, Brett Archibald soñaba con conquistar las grandes olas de las costas de Indonesia. Éste es un sueño compartido por muchos aficionados del mundo a ese deporte.Brett estuvo muy cerca de cumplir su sueño, pero el destino se interpuso en sus planes, y casi le cuesta la vida.

Mientras Brett viajaba con sus amigos hacia las islas de Mentawai, se desató una tormenta y él cayó al mar. Como sufrió una caída libre de 6 metros, se estrelló contra el océano y quedó inconsciente. Se hundió y soñó, como él mismo lo describió después, "que estaba dentro de una lavadora".

Cualquiera pensaría que un accidente de tal magnitud en medio de una tormenta terminaría de forma fatal. De hecho, así lo pensaron los rescatistas, que tras 12 horas lo dieron por muerto; y así lo pensó él, que cuando despertó en alta mar, decidió despedirse de su familia.

En un primer momento, Brett se despidió mentalmente de sus hijos, reprochándole a Dios que lo alejase de su familia. Luego, se le ocurrió grabar sobre su propio cuerpo un mensaje para su esposa.

Brett desprendió la hebilla de su cinturón y escribió sobre su piel "Accidente, anita, lo siento, te amo" . Con esas breves palabras, deseaba dejar tranquila a su esposa, explicándole que había sido un accidente azaroso y que había pensado en ella hasta el último momento. Pero tal vez fue escribir ese mensaje lo que lo motivó a intentar luchar por su vida un poco más.

"Me di cuenta de que, si mi cuerpo era comido por los tiburones, el mensaje nunca llegaría a Anita", explicó a los medios de comunicación. Así que Brett comenzó a nadar. El mar no solo estaba tormentoso, sino plagado de medusas y tiburones. Pero él siguió aguantando, aferrándose a todas las esperanzas. 

Pensó en enviar señales en clave morse con el reflejo de una tarjeta de crédito, y en seguir la ruta que le marcaba un tiburón para intentar llegar a la costa. Luego, su mente se despejó y comenzó a hacer cálculos: si notaban su desaparición cuando el barco llegara a destino, pasarían 16 horas antes de su rescate.

Allí no terminó la pesadilla. Brett comenzó a alucinar. Creyó ver en el cielo la figura de una virgen de juguete; y también creyó en varias ocasiones ver que llegaban sus amigos o embarcaciones de rescate. En un momento comenzó a escuchar un sonido extraño, como un cacareo, y luego notó que salía de su propia boca: estaba riendo de forma histérica, y siquiera se había escuchado.

En un momento, alguien le tocó la espalda, y sintió una inmensa alegría. Pero no era una persona: se trataba de un tiburón de puntas negras, que afortunadamente se alejó sin hacerle daño.

Luego de las 12 horas de desaparición de una persona en el mar, el gobierno de Indonesia lo da por muerto. Por eso, no enviaron helicópteros de rescate.

Finalmente, luego de 28 horas resistiendo en el mar, salió el sol, y con él llegó la esperanza. Brett divisó la cruz negra de un yate en el horizonte, que pronto llegó a rescatarlo. 

Se trataba de una embarcación privada, cuyo capitán, sabiendo que un hombre joven y con hijos había naufragado, se había decidido a intentar el rescate. 

Así, Brett fue recompensado por aferrarse a la vida. En esta nueva oportunidad de vivir, estará siempre agradecido a ese hombre que no lo conocía, pero que intentó, por él y su familia, una hazaña que parecía imposible.