Todos hemos experimentado el enojo, esa emoción humana natural que generalmente aparece como una reacción frente a lo que nos disgusta.

Sin embargo, puede haber situaciones donde pierdes el control de la situación y ese enojo se vuelve destructivo, ocasionando problemas en tus relaciones personales y profesionales, y hasta deteriorando severamente tu calidad de vida.

El enojo es, en esencia, un estado emocional de intensidad variable. Puede ir desde un berrinche ocasional, un encono de algunas horas o días, hasta un estado de enfado permanente que atraviesa toda la vida de una persona.

En ocasiones, explota y se transforma en furia sin límites, lo que conocemos como ira. Y, al estallar, transforma no solamente la conducta y el comportamiento, sino también la biología de esa persona: aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, y las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol y la adrenalina.

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Muchas personas han desarrollado el comportamiento del enojo en forma regular, por lo que cada aspecto de su existencia lo viven desde esta emoción. Su vida está teñida de bronca, resentimiento, dolor, pesar, sufrimiento y sobre todo, reacciones desmedidas con umbrales de tolerancia prácticamente inexistentes. Se puede afirmar que hay gente que “vive enojada” consigo, con el mundo, con el país, con los demás.

Enojos por fuera y por dentro

El enojo se produce por una distorsión en las expectativas de la persona versus lo que sucede en realidad. Y puede ser que tenga que ver con situaciones externas o internas.

Por ejemplo, se puede estar enojado consigo por recuerdos, situaciones traumáticas, un hecho que le produce culpa o resentimiento, y cualquier otro sinsabor interior, que se va rumiando por dentro.

En lo exterior, el enfado se traslada a otra persona o situación, por la forma de actuar, por algo que han dicho o que se supone que han hecho; es decir que incluso existe el enojo por inferencia (“Supongo que…”).

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12 preguntas clave para dejar de enojarse por todo

Si eres de las personas que se enojan continuamente y quieres cambiar, lo primero es tomar la decisión de hacer este cambio radical en tu vida. La consulta con terapeutas profesionales es lo indicado.

Como una guía y orientación general, hay algunas preguntas con las que puedes trabajar individualmente para encontrar algunas respuestas a partir del enojo.

Las emociones están diseñadas para dar información: expresan algo que estás sintiendo. Por lo que si vas a la raíz de esos sentimientos, tendrás claridad y empezarás a disolver la emoción que te domina, ganando en calidad de vida y en tus relaciones.

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Estas 12 preguntas te servirán de guía para profundizar en tu trabajo individual sobre el enojo:

¿Me enojé por el hecho o por la actitud de la persona?

A veces te enojará un hecho en particular, que quizás puedas separar de la persona (por ejemplo, un error que tú consideras grave); otras, será su actitud la que te hace sentir enfado.

¿Lo que más me enojó fue el contenido o el tono (cómo lo dijo)?

La comunicación se compone de los gestos, el tono de voz y las palabras, que ocupan un pequeño porcentaje del total. Aproximadamente el 90% es lo no verbal. Observa qué es lo que más te enoja.

¿Me enojó que sea algo reiterado?

Si es un hecho que se repite y sobre el que ya se ha conversado y expresado, es posible que el enojo aparezca con inmediatez y con más fuerza.

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¿Me lo tomé personal?

El ego herido es el que reacciona frente a las circunstancias cuando tomas todo como personal. Observa si hay algo de comportamiento de víctima en ti, caracterizado por el “me…”, como “tú ME haces…”.

¿Qué parte de todo lo que dijo me enfadó más?

Esta pregunta es clave porque te dará la pista de qué botón o tecla hizo sonar.

¿Tengo yo algo personal con esa persona?

Por ejemplo, experiencias de enojo en el pasado, comportamientos que me generan cierto malestar, etc.

¿Despertó alguna inseguridad mía, y por eso me enojé?

Aquí aplicaría la ley del espejo, que de alguna forma refleja en ti algo que puedes trabajar para seguir mejorando. Frente a la actitud o acción de la otra persona, hay un punto tuyo que se siente tocado y allí surge una emoción, en este caso, el enojo.

¿Mi enojo tiene que ver con que siento que hay injusticia, egoísmo o alguna otra cosa específica que pueda determinar?

Es importante distinguir qué valores internos en ti se ven trastocados por la situación (por ejemplo: la injusticia toca el valor de la justicia; o la indignación, lo que tú consideras que sería digno de que sucediese, según tus parámetros). Cuando se rozan nuestros valores, nos sentimos incómodos y se activan las señales internas de alarma. Justo allí aparece la reacción a nivel emocional.

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¿Tiene sentido que me enoje por esto?

Aquí tienes otra pregunta fundamental que te permitirá saber si estás sosteniendo un enojo que no merece tu atención, o si lo estás exagerando o sobreactuando.

¿Fue molesto porque se sumó a otras cosas en un mal día que tuve?

Cuando tenemos días con el pie izquierdo estamos más sensibles, con menos tolerancia a la frustración y a la decepción; por eso aparecen más frecuentemente reacciones emocionales que podrían ser desmedidas.

¿Estoy con sueño, o cansancio físico y mental, y por eso me irrito más fácilmente?

Estos aspectos nos irritan porque son momentos donde estamos hiper sensibles, o molestos al máximo por cuestiones fisiológicas. Por eso no es conveniente reaccionar cuando estamos así, ni tampoco prometer o hacer acuerdos o resolver cuestiones que necesitan de otro tipo de lucidez de parte nuestra.

¿Lo que me enojó fue el contexto de la conversación?

A veces lo que enoja no es un hecho en sí, sino las circunstancias en que se dio. Por ejemplo, una llamada de atención en el trabajo que se hizo delante de todos los colegas; o un hecho fuerte en una pareja delante de los niños.

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Responde cada pregunta profundamente, reflexiona y obtén tus propias respuestas. Una vez que las hayas contestado, observarás un estado de mayor claridad y una perspectiva diferente frente al enojo que te dominaba.

Recuerda también que no es conveniente reaccionar en el momento porque puedes decir cosas que lastimen, e incluso, herirte. Es preferible buscar un momento de mayor estabilidad emocional, y de esta forma, evitarás sobre reaccionar a lo que se ha presentado.