Hoy, muchos jóvenes sólo pueden soñar con ser dueños de algún terreno, porque en realidad debido al encarecimiento de la tierra y los malos salarios, tendrán que conformarse con rentar durante el resto de su vida. Sin embargo, es curioso que hay un pedazo de tierra en Estados Unidos que nadie puede tocar, pues no le pertenece a una persona, sino al residente del lugar, un gran árbol.

Se trata de “El hijo del árbol que es dueño de sí mismo”, un árbol que se mantiene firme en una pequeña localidad llamada Atenas, en Georgia, Estados Unidos. Su nombre se debe a su padre, el original “Árbol que es dueño de sí mismo”, también conocido como “Roble Jackson” debido al hombre que le regaló su libertad.

Fuente: QTG

Se dice que a finales del siglo XIX un hombre, el coronel William Henry Jackson, quería demostrar cuánto amaba al árbol en el que según él había vivido memorables eventos durante su infancia, por lo que buscó comprar el entonces llamado “Lote #14” en la comunidad de Atenas y la cedió al árbol.

“Yo, W. H. Jackson, de Clarke, en una parte, y el árbol de roble ... de Clarke, de la otra parte: atestiguan, que el mencionado W. H. Jackson por la consideración, el gran cariño que le tiene al árbol mencionado, y el gran deseo de verlo protegido, por estos presentes le concede al mencionado roble la entera posesión de sí mismo y de la tierra que se encuentra a ocho pies de sí”.

Fuente: Trip Advisor

Aunque no se encuentra información oficial acerca de esa transacción, en la que Henry Jackson cedió su tierra al árbol, se ha convertido en una tradición del pueblo, pues durante muchas décadas, ese árbol fue el más famoso de Estados Unidos. Llegó a convertirse en una especie de celebridad local.

El padre del árbol que hoy está ahí cayó en 1942, aunque algunas personas creen que ya estaba muerto desde años atrás. Había caído en un grave deterioro y poco a poco fue cediendo, hasta que en diciembre de ese año fue talado completamente.

Fuente: Digital Commonwealth

Durante cuatro años el terreno estuvo vacío, pero por la iniciativa de un lugareño, muchas personas que habían plantado nuevos árboles gracias a las bellotas del árbol anterior compitieron para reemplazar a su padre. Así es como en 1946 llegó el nuevo residente. Hoy este árbol alcanza los 15 metros de altura, pero tal como su padre, se espera que llegue a medir el doble.

Esta es una interesante anécdota, pero sin duda debería ir más allá. Millones de árboles importantes son talados año con año, a pesar de que en muchos países se prohíbe la tala de árboles con más de 100 años de edad. Tal vez si todos fueran dueños de la tierra que por derecho les pertenece, la situación sería distinta.

Fuente:

Atlas Obscura