Leones como mascotas: la peligrosa tendencia que crece en Tailandia y genera preocupación mundial. En una calle residencial de Chiang Mai, Tailandia, Tharnuwarht Plengkemratch convive con dos leonas blancas y un híbrido de león y tigre llamado “Big George”. No se trata de un zoológico, sino de su casa. Este influencer, con más de tres millones de seguidores en TikTok, muestra a diario cómo es tener estos animales salvajes como domésticos, promoviendo una tendencia que preocupa a expertos y defensores de la fauna.
En Tailandia, tener un león en casa no solo es legal, sino que se ha vuelto popular. La ley permite su tenencia bajo ciertas condiciones, pero su aplicación es limitada. El resultado: más de 500 leones en manos privadas, granjas de cría, zoológicos, domicilios y hasta “cafés con leones”, donde los turistas pueden tomarse selfies acariciándolos.
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Un mercado en expansión que alimenta el tráfico ilegal
Según la Fundación Amigos de la Fauna Silvestre de Tailandia (WFFT), la falta de regulación efectiva está fomentando el tráfico de leones y sus partes. El crecimiento es alarmante: de 130 leones en 2018 se pasó a más de 450 en 2024. Sin embargo, hay más de 350 ejemplares “desaparecidos” del radar oficial, lo que abre interrogantes sobre muertes encubiertas, desapariciones o comercio ilegal.
Criadores como Pathamawadee Janpithak han encontrado en los leones un negocio más rentable que el de cocodrilos. Hoy vende cachorros por alrededor de 15.000 dólares, una cifra que llegó a superar los 25.000 en su momento. Sus tres instalaciones albergan cerca de 80 leones, algunos tan jóvenes como ocho días, alimentados con biberón y preparados para ser vendidos o mostrados en cafés temáticos.
La amenaza para los animales y los humanos crece sin control
Especialistas advierten que esta moda no solo es riesgosa para los humanos, sino devastadora para los propios leones. Muchos son criados en condiciones inadecuadas, presentan problemas de consanguinidad y sufren estrés físico y psicológico. Aunque las leyes exigen el registro y el microchip, no hay control sobre la reproducción ni normas estrictas sobre el bienestar animal.
El gobierno enfrenta una situación crítica: confiscar leones implica asumir su cuidado por más de una década, con un alto costo para el Estado. En refugios oficiales, como el de Suphanburi, los animales confiscados reciben atención especializada, pero los recursos son limitados.
Mientras tanto, la tendencia crece. Influencers muestran sus “mascotas exóticas” en redes sociales, cafés continúan operando sin regulación real y los criadores ven más demanda que nunca. El mensaje es claro: sin una reforma urgente de la ley, Tailandia corre el riesgo de que el león, símbolo de poder y majestuosidad, se convierta en una víctima más del espectáculo y la negligencia humana.
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