En el último tiempo, las energías renovables han estado en el ojo del huracán del discurso público en México, tras la decisión de la Secretaría de Energía de bloquear las alternativas renovables de generación de energía reemplazando esto por la quema de combustibles fósiles contaminantes, primordialmente el combustóleo, dañino para la salud y el ambiente. Esto lleva a preguntarse cuál es el futuro de las energías renovables.

Las energías renovables no son el enemigo político, pero tampoco se trata de favorecerlas a cualquier costo, más si los mega proyectos energéticos vulneran los derechos humanos y de territorio de las comunidades y tampoco si en su afán de generar una energía limpia baja en emisiones terminan fragmentando el paisaje, deforestando y dañando la biodiversidad. Aquí es donde la idea de generación eléctrica en nuestras propias casas, campos y comunidades se vuelve una opción viable.

¿Qué tan posible es generar mi propia energía?

Nos imaginamos cómo podríamos producir la energía donde la consumimos, en nuestras casas, techos de edificios públicos, en los campos para la producción de alimentos, y hasta en las comunidades más alejadas del país sin largas líneas de transmisión que también afectan el medio ambiente.

A esto le llamamos generación distribuida y comunitaria. Imagina que podemos generar nuestra propia energía a través de la exposición de nuestra casas al sol, el viento que corre por las tardes, o nuestra basura orgánica en un biodigestor, y muchas otras opciones ¡Eso sería genial, limpio y barato! Pero al menos en México identificamos dos grandes trabas a esta energía prosumerista (consumir lo que produces).

En primer lugar, la Comisión Federal de Electricidad quiere seguir cobrando por la luz. Poco le importa si es limpia o no. De hecho, la mayoría de nuestra energía se produce con combustibles fósiles contaminantes que han contribuido a la actual crisis climática afectándonos a todos y todas.

Su energía sucia, cara e ineficiente representa una carga enorme a las finanzas del Estado. Para el 2016 los subsidios a las tarifas eléctricas alcanzaron los $130 mil millones de pesos, de los cuales el 73% fue dirigido al sector residencial. Imagina si esos subsidios fueran invertidos en la generación comunitaria prosumerista que planteamos.

En segundo lugar, las energías renovables se han planteado como grandes extensiones de parques eólicos y granjas solares que cosechan la energía abarcando grandes extensiones de terreno. Pero no hay apoyo para la generación individual y comunitaria que mencionamos.

Hoy son excepciones estos proyectos y por lo tanto no cuentan con apoyos gubernamentales ni subsidios como si lo cuentan las energías sucias y las energías renovables con impactos sociales. Si el subsidio a la electricidad se redirigiera a instalar sistemas fotovoltaicos en los hogares que reciben subsidios, en menos de siete años se habría cubierto el 100% de hogares, lo que representaría prácticamente el total del sector residencial.

¿Conoces alguna comunidad que genere su propia electricidad?

Si queremos pensar en un cambio en la matriz energética mexicana y dejar de discutir sobre si los contratos de las renovables actuales están bien o mal hechos o continuar ahondando en sí la actual generación de energía sucia traerá más contaminación, cambio climático y afectaciones a la salud, debemos pensar en un cambio de fondo.

Debemos imaginar un México donde la energía que venga desde el sol y sus derivaciones (como la eólica) sea aprovechada y cosechada donde se consume, en nuestros propios hogares, campos y comunidades. Esa sí es una verdadera transformación y la imaginamos posible con apoyo de las políticas de gobierno y privadas que busquen el beneficio comunitario y social.