La leona ciega que sobrevive gracias a su familia se llama Josie, tiene 17 años, vive en el Parque Nacional Addo (Sudáfrica) y perdió la vista hace cinco años. Contra todo pronóstico, sigue viva gracias a la cooperación excepcional de sus dos hijas adultas, un comportamiento casi nunca visto en la vida salvaje.
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La leona que desafió todas las estadísticas
Josie comenzó a mostrar signos de deterioro visual a edad avanzada, algo habitual en leones mayores, pero su caso evolucionó hasta una ceguera total. Lo común en estos escenarios es que el animal quede aislado o no pueda seguir el ritmo de la manada.
Pero su historia tomó un rumbo extraordinario: sus dos hijas asumieron un rol de soporte permanente, un comportamiento que sorprendió incluso a los guardaparques.
Una cooperación familiar poco frecuente en la naturaleza
Según los cuidadores del Parque Nacional Addo, es habitual ver a las jóvenes leonas caminar en formación alrededor de su madre, guiándola durante los desplazamientos y alertándola sobre sonidos o señales de peligro.
En las cacerías, ellas localizan a la presa, la persiguen y luego comparten el alimento con Josie, algo sumamente inusual entre leones salvajes, que priorizan la eficiencia energética.
“La cooperación que muestran es notable”, explica uno de los guardaparques. “Pueden anticipar lo que Josie necesita y se mantienen especialmente alertas cuando hay visitantes”.
Una longevidad que sorprende incluso a los expertos (ampliado)
Superar los 15 años en libertad ya es algo poco común para una leona, especialmente en entornos donde la competencia por alimento, los enfrentamientos con otras manadas y las enfermedades reducen considerablemente la esperanza de vida. Josie, con 17 años, no solo rompió ese límite natural, sino que lo hizo enfrentando un desafío extremo: la ceguera total.
Para los especialistas del Parque Nacional Addo, su caso es excepcional. Una leona en estas condiciones suele perder la capacidad de cazar, defenderse e incluso orientarse, quedando relegada del grupo. Sin embargo, Josie encontró un sostén inesperado: sus dos hijas, que adaptaron sus rutinas para acompañarla. La dinámica del trío se volvió una estrategia de supervivencia única en la especie.
Los guardaparques destacan que, pese a su discapacidad, Josie conserva un instinto sorprendentemente activo. Camina con pasos lentos pero seguros, guiándose por las señales táctiles y sonoras que sus hijas parecen entender antes que nadie. Ellas rodean a su madre en una especie de “burbuja protectora”, ajustando la velocidad, la dirección y la distancia según sus movimientos.