El pensamiento que caracteriza a la cultura occidental hunde sus raíces en la tradición cartesiana, la cual creó una concepción del ser humano que separa la mente del cuerpo, el pensar del sentir y los afectos. Este dualismo llevó progresivamente a concebir al humano como un ser alienado de la naturaleza y superior a los demás seres vivos por su capacidad racional. Fue instalándose un modo de percibir la realidad de forma binaria, con un afán por clasificar, segregar, simplificar. Si bien hoy en día este paradigma de la simplicidad es fuertemente cuestionado y ha caducado, no deja de mostrar resistencias e insistencias en nuestro discurso y nuestra forma de percibir el mundo.

Esta concepción dualista “hombre-naturaleza” se diferencia de otras culturas. Para las religiones orientales como el budismo es inconcebible que exista una frontera entre uno mismo, los otros y el entorno. Por otro lado, en los países nórdicos como Noruega y Suecia existe curiosamente el concepto “friluftsliv”, que se traduce como “vida al aire libre”. Dicha palabra expresa el amor y la pasión que tienen allí por la naturaleza, y fomenta una filosofía de vida basada en la afiliación espiritual con ella.

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¿Cómo el ser social se relaciona con la naturaleza?

La globalización, el crecimiento de las ciudades, el avance del capitalismo y la idea de expansión y dominio sobre el medio ambiente que lo acompaña inevitablemente colaboró en agudizar la percepción de ajenidad que las personas del mundo occidental tienen respecto de la naturaleza. A su vez, la noción de la naturaleza es también capturada por la lógica del mercado quedando asociada, por ejemplo, simplemente a un lugar para vacacionar, siendo utilizada entonces para fines turísticos, generando más impactos aún. Paradójicamente, las ciudades no podrían subsistir si no fuera por el hecho de ser parte de un ecosistema natural. En este sentido, la falta de conexión con la biosfera equivale a la puesta en peligro de la misma en tanto que somos menos conscientes del daño que generamos.

La creciente preocupación por el peligro que corre la biosfera por los daños que causa nuestra especie llevó a la realización de estudios con una perspectiva psicosocial de la relación de las personas con la naturaleza y cómo se podría influir en ella. Hay quienes afirman que las personas que sienten una integración importante con el mundo natural son más empáticas y compasivas con él. Es así como se plantea la necesidad de una integración con nuestro entorno como una posible solución a la problemática ambiental actual.

Conclusiones derivadas de dos estudios:

A mayor conexión con la naturaleza (CN) es también mayor la práctica de conductas sustentables (CS) incluyendo las pro-sociales

La CN es una noción psicológica que mide el grado en que las personas se sienten parte del mundo natural. Incluye componentes cognitivos, afectivos y de comportamiento. Se demostró que esta dimensión tiene una relación estrecha con las CS, que además de las conductas pro-ecológicas incluye comportamientos de equidad, altruismo y austeridad. Es decir, consiste en una predisposición a cuidar también del bienestar y del futuro de la humanidad y los recursos socioculturales. Casi la mitad (47%) de las conductas prosociales y proambientales es explicado por el nivel de CN que las personas presentaron.

La conectividad con la naturaleza sólo aumenta tras el contacto con
un ambiente natural

Se demostró que la CN aumenta tras una experiencia de contacto estrecho con un entorno natural en el marco de una actividad de educación ambiental. Esta conclusión permite cuestionar los modos más tradicionales de enseñanza para lo que respecta la educación en cuidados del medio ambiente, ya que demuestra que la experiencia directa es condición necesaria para que se produzca el aprendizaje.

La preocupación ambiental está relacionada con variables sociodemográficas y socioculturales como el género, la ideología política y la religiosidad.

Este punto hace hincapié en los motivos que hay detrás de la preocupación ambiental ubicando ciertas diferencias. Por ejemplo, el biosferismo implica la preocupación estrictamente centrada en el medio ambiente, mientras que el antropocentrismo se basa en el beneficio pragmático que atañe al sujeto. Como término medio se ubica el egobiocentrismo, que implica una idea de unidad del self (el yo) con la naturaleza. En este sentido, uno de los estudios consideró variables sociales, demográficas y culturales para identificar posibles diferencias y demostró que las personas jóvenes orientadas políticamente hacia la derecha tienden a sostener creencias más antropocéntricas, mientras que aquellas orientadas a la izquierda son más biocéntricas. Este descubrimiento invita a realizar más investigaciones que profundicen sobre estas variables y sobre las motivaciones que incitan la preocupación ambiental.

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Más compromiso con el medio ambiente y con las personas

Ambos estudios nos invitan a reflexionar sobre lo indispensable de borrar las barreras que percibimos entre nosotros y la naturaleza. Es necesario facilitar esta conexión de las personas – sobre todo en las ciudades- de forma que consideren al ambiente como una parte importante de lo que somos para promover el cuidado de la naturaleza, para lo cual la educación ambiental se vuelve una herramienta fundamental. Estos temas son una oportunidad para seguir profundizando en los estudios sobre la conectividad y sus alcances para la promoción de la salud y la educación ambiental.

Fuentes:

https://www.bbc.com/mundo/vert-cap-42544257

https://www.researchgate.net/publication/258801963_Educacion_ambiental_itinerario_en_la_naturaleza_y_su_relacion_con_conectividad_preocupaciones_ambientales_y_conducta

https://www.researchgate.net/publication/332571620_Conectividad_con_la_naturaleza_y_conducta_sustentable_Una_via_hacia_las_conductas_pro-sociales_y_pro-ambientales