Cada 11 de septiembre, se celebra en la Argentina el Día del Maestro, en conmemoración al fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento en 1888. Y para festejarlo pensé mucho en qué era lo que quería transmitir a través de esta columna. En este día, no solamente homenajeamos a los maestros. También a los profesores, los directores, los secretarios, los equipos de orientación, los bibliotecarios, los preceptores, los encargados y a todos los que construyen la educación.

Como muchas profesiones, la tarea de los maestros tiene necesidades, dificultades, sinsabores, desafíos y oportunidades. La tarea docente no sólo es una profesión, es una vocación, un llamado. Y aquel que escucha ese deseo, necesita ponerlo en acción para realizarse.

Y en ello, hoy quiero destacar algunas de las características que más me conmueven de la docencia y que, sin duda, son esenciales para seguir construyendo el país que queremos:

- Amor

- Paciencia

- Coherencia

- Nuevos desafíos


Es imposible enseñar si uno no está convencido y ama lo que hace. Educar es creer en un mundo mejor. Nadie dedica su tiempo a los demás, y menos a los niños y jóvenes, si no cree en ellos y su potencial. El amor sostiene el pacto educativo.

No existe docente que no sepa esperar. Por definición, la educación necesita entender que cada uno aprende a su ritmo, con sus tiempos. Los maestros siembran sin saber cuándo, cómo, dónde, qué no con quién se cosechará. La paciencia es una virtud muy robusta que justamente, sabe esperar. Entiende que todo llega, que todo se alcanza con amor y de a poco. Como las letras del abecedario que poco a poco los niños unen para transformarlas en palabras.

Los maestros son constantemente observados en su conducta. No sólo por los alumnos, sino también por la sociedad que le brinda la oportunidad de trabajar con las nuevas generaciones. El ejemplo y la coherencia son claves en el ejercicio de la docencia. Los alumnos exigen conductas coherentes con los principios y con lo que se predica. No sólo se enseña con la palabra, el ejemplo tiene una fuerza aún más arrolladora para la transformación.​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​

Aquello que interpela nuestros sentidos, que incluso pone en juego al docente y sus convicciones, es lo que se aprende. La experiencia es la verdadera maestra. Los docentes la preparan y disponen para que los alumnos la atraviesen, se transformen y aprendan con ella.

En la actualidad, frente a tantos cambios, los maestros también necesitaron ajironarse y aprender: a priorizar, a mostrar lo que verdaderamente importa, enseñando estrategias para dejar de lado lo accesorio. Una de las prioridades del mundo radica en la imperante necesidad de cambiar los modelos de desarrollo y consumo vigentes.

El planeta está dando claras señales de que necesitamos transformar las sociedades hacia nuevos paradigmas orientados a la sustentabilidad. El rol de la educación es esencial, y en él los verdaderos maestros son la pieza clave para la transformación social. Para enseñar a pensar preguntas sin respuestas. Para ofrecer oportunidades de aprendizaje que necesitan múltiples miradas. Para brindar espacios de trabajo colectivo.

Para plantear proyectos pensando en sistemas y no en únicas respuestas lineales… Como la naturaleza, compleja, diversa, por descubrir, grande y pequeña al mismo tiempo, que nos abarca, cuestiona y completa. Como la educación.

Mi sincero homenaje a los que con tiza y pizarrón construyeron este país que amo.