Por Edgar Lugo* y Ornela Garelli Ríos**

En enero de este año, la Ciudad de México comenzó a experimentar un cambio de paradigma con la entrada en vigor de una modificación a la Ley de Residuos Sólidos, en relación a la prohibición de plásticos de un solo uso, con el fin de combatir la contaminación plástica que daña gravemente nuestros océanos y a las especies que los habitan.

Ante este avance, las reacciones de la industria productora y comercializadora de plásticos no se hicieron esperar, y ésta comenzó a explotar el tema desde una vena humana, señalando que se perderían “millones de empleos” en todo el país, hasta incluso llegar a decir que habría alguna especie de colapso económico. Otros argumentos sin sustento se sumaron a éste, como que los plásticos eran el material más ecológico existente.

Uno de los máximos representantes de la industria dijo en una reunión de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (CANACINTRA) en diciembre pasado: “¿Alguien conoce algún material mejor para sustituir al plástico?... ¿no?... entonces tenemos que seguir produciendo plástico y no nos vamos a detener.” Esas son sus razones, cero ciencia, cero inventivas, cero conciencias ambientales. Todo con tal de salvar su negocio de las prohibiciones.

Ante esto, la voz de la sociedad civil se levantó, y organizaciones como la Alianza México Sin Plástico (AMSP) han contribuido a darle forma y fuerza a una declaración directa para la industria: “Ni un paso atrás”. En eso estábamos cuando se declaró la contingencia sanitaria a causa del coronavirus.

La industria del plástico ha aprovechado esta coyuntura para posicionar nuevos mensajes a favor de los plásticos de un solo uso, aprovechándose de los temores de la gente a contagiarse y vendiendo la falsa idea de seguridad e higiene en el uso de desechables como los empleados para alimentos y bebidas.

La AMSP siempre ha reconocido la utilidad, el servicio y las grandes bondades que los plásticos proveen, y en la coyuntura actual, son un aliado en la provisión de los insumos médicos necesarios para hacer frente a la pandemia en los centros de salud (caretas, cubrebocas quirúrgicos, guantes y otros equipos de protección, etc.).

Sin embargo, los plásticos de un solo uso sin fines médicos, a los que están dirigidos las prohibiciones, presentan un caso distinto, ya que no son esenciales y pueden sustituirse fácilmente por opciones reutilizables.

¿De qué plásticos hablamos? De envases de bebidas, contenedores de unicel, cápsulas de café, bolsas de súper, platos y vasos, cubiertos, popotes, entre otros. En un claro oportunismo, la industria plástica ha tratado de meter a estos desechables en el mismo paquete que los plásticos de uso médico, para hacerlos pasar como los salvadores en medio de la emergencia sanitaria.

Lo cierto es que estudios científicos indican que el SARS-COV-2 pueden permanecer en superficies plásticas de dos a seis días, por lo que los plásticos desechables no son garantía de higiene. Nada sustituye la necesidad de lavar nuestras manos y desinfectar constantemente todas las superficies con agua y jabón. Por esto, siempre que sigamos correctamente las medidas que nos indican las autoridades sanitarias podemos utilizar opciones reutilizables (vasos, platos, cubiertos, bolsas, etc.) de forma segura. No hay que dejarnos engañar.

Todo esto nos deja ver claramente que esta enorme y poderosa industria necesita desarrollar varios valores humanos básicos, y debido a esta carencia no debe estar a su albedrío el contenido de las regulaciones sobre plásticos ni los mensajes que se llevan a la sociedad en el tema, ya que estos siempre buscarán que prevalezca su interés económico por encima del bienestar de la sociedad y del planeta que compartimos.

Esperar pasiva e ingenuamente a que la industria cumpla sus compromisos con el medio ambiente sin mayores regulaciones y compromisos vinculantes, no nos llevará a ningún lado, más que a la continua evasión de sus responsabilidades, culpando como siempre a los consumidores por un producto que son ellos quienes ponen en el mercado.

¿Qué hacer entonces? Nuestra única opción segura es definir y legislar con bases científicas, con visión de futuro y con responsabilidad ambiental. El Senado de la República y las autoridades de la Ciudad de México, que en estos momentos trabajan para definir las especificaciones técnicas de las bolsas compostables que la ley sí permitirá, tienen esta tarea por delante y no deben ceder ante intereses particulares ni presiones de una industria renuente a cambiar.

*Edgar Lugo, Organi-K AC, integrante de la Alianza México sin Plásticos

**Ornela Garelli, Especialista en Consumo Responsable y Cambio Climático en Greenpeace México, integrante de la Alianza México sin Plásticos.