En Argentina y en el mundo, desde hace muchos años, la búsqueda permanente de la mejora de los sistemas educativos es una constante preocupación. Hay muchos factores que han influido en su proceso de estancamiento. Por eso, en este artículo quisiera profundizar en uno de esos numerosos factores que considero fundamental para el crecimiento pedagógico, formativo y personal: la creatividad.

Cada día son más los que advierten que el sistema educativo, la escuela, mata la creatividad. Entre ellos Sir Ken Robinson, uno de los mayores expertos internacionales en el desarrollo de la creatividad y la innovación tiene muy claro por qué dejamos de ser creativos al crecer:

“Los niños arriesgan, improvisan, no tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse sea igual a creatividad, pero sí está claro que no puedes innovar si no estás dispuesto a equivocarte, y los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos en la escuela y en la educación, y así es como los niños se alejan de sus capacidades creativas”.​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​

Pero no es el único. Hay numerosas investigaciones que señalan que la creatividad de los niños decrece con los años de permanencia en el sistema educativo, de forma que la curiosidad y la búsqueda creativa da paso, con el tiempo, a comportamientos más rígidos, convergente, inflexibles y predecibles.

Esto sucede porque en la escuela se le enseña al niño que amoldarse a los patrones establecidos es lo correcto, lo premiado, lo esperable. Los sistemas didácticos enseñan a adoptar pensamiento convergente en lugar de divergente; al profesor le interesa que los niños contesten lo que se espera acerca de determinados contenidos y que los estudiantes no se salgan de las rutas trazadas.

El hombre es el único animal que inventa, los demás seres del planeta están limitados a repetir sobre el patrón de sus instintos. Los seres humanos, por nuestra condición, nacemos con la capacidad de crear. Y esa creatividad, no sólo se expresa en el arte sino en todos los ámbitos del quehacer diario del ser humano.

Esa facultad se expresa principalmente en nuestro quehacer cotidiano: desde nuestra forma de sentir y de relacionarnos, hasta en la de observar, conocer, comportarnos y aprender. Eso es lo que nos permite solucionar de manera innovadora los distintos desafíos que se nos presentan en la vida desarrollando así el potencial de cada individuo.​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​

La creatividad es una de las habilidades fundamentales que debería estar presente en todo proyecto educativo, dejando libre al niño para llegar a conclusiones nuevas que solo el en su mundo y sus sensaciones puede reproducir puesto que llegara a conclusiones nuevas y resolver problemas, en una forma original y sintiéndose el autor y protagonista de los resultados.

Gran parte del proceso de aprendizaje del niño se vive en las escuelas. En ellas aprende a relacionarse con el mundo del conocimiento, con la gente y con el planeta; y de esta manera adquiere modelos que, con posterioridad, darán pautas que lo guiarán en su desarrollo personal. Por esta razón es que la escuela, junto con la implicación de los padres, puede activar y fomentar la creatividad, otorgando herramientas innovadoras, poniéndose como ejemplo, brindando posibilidades de experimentar, haciendo preguntas, orientando al descubrimiento a partir de la práctica, creando nuevas respuestas y, lo que es más importante, nuevas preguntas.

Y en ello, la sustentabilidad tiene mucho por aportar. En el contacto con la naturaleza, se abren infinitas posibilidades de nuevos horizontes. "En todo paseo por la naturaleza, uno encuentra más de lo que busca", reza un conocido dicho popular. Nadie sale indiferente luego de tener un contacto con la naturaleza.

Y es aquí, en donde surgen más preguntas que respuestas. Es la experiencia directa la que interpela al aprendizaje. Es allí donde comienza la curiosidad. Es allí donde comienza la creatividad.