Las desigualdades de género no solo se ven en el trabajo, las relaciones de pareja u otros tantos ámbitos. Forman parte de nuestra propia manera de ser, de nuestras identidades. Por eso, la búsqueda de igualdad cala hondo en todas las direcciones posibles; y el lenguaje, es una de ellas.

A diferencia de lo que muchos creen, el lenguaje no es para nada "neutral"; lo parece por lo común que nos resulta utilizarlo, pero en verdad está en constante cambio. El lenguaje a menudo implica el reconocimiento simbólico de realidades políticas. Nombrar a algo, de esta manera, es darle existencia.

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Hay momentos puntuales de la historia donde este proceso se hace muy visible, donde es posible ver cómo una sociedad va consensuando una determinada manera de nombrar algo "nuevo". Esa inclusión, en algunos casos, resulta toda una victoria.

Éste es el caso hoy del lenguaje inclusivo que está haciéndose paso cada vez con más fuerza. El lenguaje inclusivo busca erradicar modos de expresión que se basan en la discriminación o exclusión.

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El lenguaje es sexista cuando: discrimina o relega a la mujer, sobrevalora lo masculino o, por ejemplo, identifica a la humanidad con el género masculino.

Gracias a la fuerza que ha tomado el movimiento feminista, podemos oír cuestiones como:

Pero esto, para quienes defienden el lenguaje inclusivo, no basta, ya que implica implícitamente que seguimos definiéndonos en términos binarios: hombres y mujeres.

Esto sería seguir dejando de lado a quienes no se identifican con ninguno de esos términos. Un lenguaje inclusivo, en este sentido, debería tener en cuenta la diversidad sexual.

Por eso, quizás ya hayas oído hablar con la letra "E" en lugar de "A" u "O", por ejemplo:

Algunas personas están haciendo un esfuerzo por incorporar estos cambios a sus charlas de todos los días, para volverlo poco a poco una costumbre. Pero a otras estas incorporaciones aún les parecen innecesarias y engorrosas para el habla.

¿Qué opinas tú?

Fuentes:

Argentina.gob

Clarín

Fundación Huesped