Por Ajit Niranjan

Cuando la adolescente alemana Jennifer Asamoah le dijo a su madre que no volaría a Ghana para la boda de su media hermana, no se trataba de un capricho. Estaba tratando de salvar el planeta.

"Me perdí uno de los días más importantes de su vida por el cambio climático", comenta Asamoah, quien decidió no volar para evitar la emisión de gases de efecto invernadero.

Volar en avión es uno de los temas más delicados entre aquellos que quieren reducir sus emisiones. Una encuesta de Yougov realizada en agosto mostró que dos de cada tres británicos quieren disminuir sus desplazamientos en avión. La activista Greta Thunberga puso en el centro del debate este tema al cruzar el Océano Atlántico en barco, en vez de avión.

Su natal Suecia acuñó el término "flygskam", que significa "vergüenza de volar" y se refiere a la culpa por perjudicar al medio ambiente cada vez que se usa un avión. Superar la vergüenza de volar suena sencillo. Hay que tomar trenes en lugar de aviones y pasar las vacaciones más cerca de casa. Pero para los migrantes, que representan alrededor del 8% de la población europea, y para sus familias, tal sacrificio plantea un dilema.

¿Con qué frecuencia se debe viajar al país de origen?

Los ciudadanos nacidos en el extranjero vuelan más, pero conducen menos que aquellos cuyas familias se han establecido en un país durante más de tres generaciones. La investigación realizada por la Universidad Técnica de Dortmund se basó en datos correspondientes a Reino Unido y toma en cuenta factores como ingresos y educación. Los resultados también muestran que los migrantes vuelan un 38% más que las personas orginarias de un país.

"Los migrantes vuelan para estar con su familia y amigos", explica Giulio Mattioli, investigador de transporte y autor del estudio. Mudarse significa para muchos dejar atrás a los hijos, padres, cónyuges y amigos. Hay otros vínculos que también generan la necesidad de regresar, tales como estar en contacto con el lugar de nacimiento y la lengua materna.

Los aviones emiten alrededor del 2% del CO2 global. También liberan contaminantes como vapor de agua y óxidos de nitrógeno que, a gran altitud, incrementan el efecto invernadero.

Si Asamoah hubiera volado con su madre de Alemania a Ghana para la boda, habría emitido alrededor de 0,7 toneladas de CO2, según una calculadora en línea de la Organización de Aviación Civil Internacional. Eso es casi tanto como el promedio de emisiones de Ghana en un año.

El estudio de Dortmund reveló que los hijos de inmigrantes, a diferencia de sus padres, no tienen más probabilidades de volar que el resto de la población. Estos resultados no están relacionados con el interés por el cuidado del medio ambiente.

"Mi mamá apoya mi decisión y también piensa que este es un tema importante", dice Asamoah. "Pero cuando se trata de visitar a la familia, no le importan sus emisiones, sólo quiere ver a su hija... y lo entiendo".

Más razones para volar, pero menos opciones para transportarse

"Me niego a sentirme avergonzado por tomar el avión cuando no hay una alternativa más sostenible", dijo a DW Quang Paasch, de ascendencia vietnamita y organizador del movimiento Fridays for Future en Berlín. "No me siento culpable por volar a ver a mi familia, porque nuestro sistema está basado en la injusticia social".

Para aquellos que se han establecido en diferentes continentes, las conexiones útliles son escasas. Un tren de Berlín a Estambul tarda 3,5 días. Llegar a ciudades más lejanas, como Delhi o Beijing, podría llevar semanas.

"Me encantaría que hubiera una línea de tren de aquí a Nairobi", bromea Anastasia Nganga, una keniana que vive en Alemania y trata de reducir su huella de carbono. "No vuelo a Kenia cada semana o cada mes, sino solo una vez cada dos años. Hay gente aquí en Europa que vuela para una escapada de fin de semana".

Justicia climática

No hay datos fiables sobre qué porcentaje de la población mundial se transporta en avión, pero los expertos en aviación están de acuerdo en que la mayoría de la gente no lo hace. Un informe publicado en septiembre por el Consejo Internacional para el Transporte Limpio encontró que los habitantes de los países ricos constituyen el 16% de la población mundial, pero son responsables del 62% de las emisiones de CO2 derivadas de viajes en avión. Incluso entre los que vuelan, sólo un pequeño grupo de viajeros frecuentes, incluidos los migrantes, realiza un número desproporcionado de viajes, según el estudio de Dortmund.

Esto plantea discusiones incómodas entre los movimientos ecologistas de los países más ricos que intentan dejar en segundo plano su reputación de privilegio mientras exigen a la gente y a los gobiernos que reduzcan sus emisiones.

Presionar a los migrantes para que no vuelen crearía mucho conflicto, dijo a Deutsche Welle Mothiur Rahman, un abogado inglés de ascendencia bangladesí y miembro del grupo activista ambiental Extinction Rebellion. "Si todo se mide a través de las emisiones de CO2, se está minimizando el problema. Hay diferentes razones para volar."

We Stay on the Ground, una organización que inició en Suecia y hoy está activa en toda Europa y Norteamérica, dice haber recogido más de 12.000 firmas de personas que se comprometen a no volar en 2020. También señala que ha sido difícil involucrar a las comunidades de migrantes.

"Esta es una de las preguntas más difíciles que nos hacen", comenta la fundadora de la organización, Maja Rosen. "Una parte de mí quiere responder que todo el mundo debería ir a ver a su familia cuando quiera; el problema es que el impacto climático existe en cualquier caso".

Para Rosen, hay maneras de reducir las emisiones sin sacrificar los lazos familiares. Por ejemplo, volar con menos frecuencia pero prolongar la estadía, o eliminar las vacaciones en el extranjero. "Tiene mucho más sentido que alguien que tiene familia en la India vuele para visitarla, que otros como yo vayamos de vacaciones."

Fuente:

DW