El 2020 fue un año movido, fuerte e intenso y parece que no podía terminar distinto. Entre el 30 de noviembre y el 14 de diciembre nos encontramos con dos potentes eclipses. El segundo será un eclipse solar total que podrá verse desde Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil.

Este se dará en los últimos días de Sagitario, afectando sobre todo a los nacidos bajo este signo y los demás signos mutables: Géminis, Virgo y Piscis. Los que más sentirán sus efectos serán los nacidos en los últimos días de estos signos (o con luna o ascendente en los últimos grados de estos signos).

Es posible que nos sintamos más sensibles, con dolores de cabeza, con más ansiedad, más cansados o energizados. Cada cuerpo experimenta estos movimientos y cambios de energía de otra forma. Estemos atentos a escucharnos, qué sentimos y qué necesitamos.

Esto no es para asustarnos. La astrología usada como herramienta apocalíptica o para sembrar miedo es lo último para lo que creo que sirve este maravilloso lenguaje simbólico.

Decodificar la conexión entre el cielo y la tierra nos ayuda a entendernos mejor. Salirnos un poco de nuestro ombligo y nuestra mirada autorreferencial para “verme”, para “vernos” como elementos de un sistema mucho más amplio. Ver la danza que se va desplegando entre nuestros diferentes aspectos, con los que nos identificamos, y también con los que sentimos más ajenos, pero que ahí están. Que si se repiten, algo tienen que ver con nosotros, algo nos están diciendo. Somos nuestra historia, somos nuestros vínculos y también somos la posibilidad de sanar y transformar el dolor y la repetición en algo nuevo.

Un eclipse se asemeja a esa sensación de estar en una habitación en donde de repente se apaga la luz, y luego de un rato, se vuelve a encender. Necesitamos unos instantes para acostumbrarnos y ver nuevamente a nuestro alrededor, qué hay ahí. Un eclipse se siente un poco así. Nos permite percibir con más claridad algo que quizás antes no habíamos notado. La posibilidad de darnos cuenta está más viva. Nuestra visión más agudizada.

O mirándolo a la inversa, todo está más fuerte. Nuestras emociones, pensamientos, preocupaciones o sensaciones, más intensas.

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Ver lo que antes no vimos suele ser incómodo. Darnos cuenta, puede ser incómodo. Molesto. Una parte nuestra hubiera preferido seguir así, sin cuestionarse, sin darse cuenta, para adelante, sin cambiar nada.

Pero darnos cuenta nos lleva a la encrucijada de tener que elegir. Decidir si seguir por el mismo camino, con y a pesar de lo que hemos descubierto, o probar algo distinto. Tomar distancia, romper, cambiar, armar o desarmar. Ir por un camino nuevo. Nuevo para nosotros, que no es lo mismo que nuevo para otros. Arriesgarnos.

Sentir el vértigo y también el placer.

El placer del alivio.

Porque darnos cuenta también es entender, y entender, alivia.