Un viaje siempre es un desafío. Supone salir de tu zona de confort y descubrir formas de vida, costumbres y tradiciones distintas a las tuyas. Significa dejarte seducir por sabores desconocidos. Todo esto y mucho más experimentamos durante esta aventura. Recorremos la cara boreal de la isla caribeña, un viaje sobre ruedas.

Puerto Rico es un destino que transmite buenas vibraciones desde el primer segundo. El carácter carismático y alegre de sus gentes y su ritmo relajado nos lanzan un mensaje claro: estás de vacaciones, así que relájate y disfruta del momento. Y justo eso decidimos hacer.

Transitamos el litoral norte de la llamada ‘isla del encanto’, con calma, deteniéndonos en cada punto el tiempo que consideramos. No queríamos dejarnos en el tintero lugares interesantes, pero tampoco pretendíamos que la ruta se convirtiera en una contrarreloj. Antepusimos la calidad a la cantidad y con esa idea en mente, comenzamos esta emocionante travesía.

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Calle del viejo San Juan, Puerto Rico

Fajardo, al noroeste del conocido como 51º estado estadounidense, fue el origen de nuestras andaduras. Esta ciudad fundada en 1772 dispone de emblemáticos monumentos como la Catedral de San Juan, la Plaza Pública y el Faro de Cabezas de San Juan. Sin embargo, su atractivo más destacado es la famosa Laguna Grande, donde nos deleitamos con el mágico efecto bioluminiscente que se da cita cada noche en su bahía.

La cercana playa de Luquillo es excepcional. Con forma de media luna y abarcando una amplia extensión, es el punto de reunión de muchos puertorriqueños. Nosotros tuvimos la fortuna de toparnos con un amable señor que nos bajó un delicioso coco de una palmera. Beber el agua del fruto a la par que disfrutas de la amplia gama de colores que brinda el cielo al atardecer fue uno de los mejores momentos del viaje.

El Bosque Nacional El Yunque es un ecosistema pluvial semitropical dotado de una espesa vegetación compuesta por más de 240 tipos de árboles, una veintena de tipos de orquídeas, aves únicas y la autóctona rana coquí. Sus múltiples cascadas, como la de la Mina, sus caudalosos ríos gracias a la constante lluvia y las exuberantes vistas panorámicas desde la cima piden a gritos que te enfundes tu traje de explorador.

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Bosque Nacional El Yunque

Llenos de ilusión y curiosidad llegamos a la vibrante capital de la isla. Cuando recorres las calles del Viejo San Juan viajas en el tiempo a través de los 500 años de historia taína y española. Las estrechas callejuelas serpentean por el casco antiguo mientras uno se queda ensimismado con las fachadas de color pastel.

Un paseo indispensable es el que une el Castillo de San Cristóbal, el cual tardó más de 150 años en ser completado, y el Castillo San Felipe del Morro. Es toda una experiencia admirar estas magníficas fortificaciones a la vez que observamos embelesados las coloridas casas y la inmensidad del mar.

Después de tanta caminata el hambre aprieta, y en San Juan dispones de muchas opciones gastronómicas. Te recomendamos degustar el famoso mofongo, una especialidad local hecha con plátano aplastado, o unos tostones con lechón en unas de sus fondas, como por ejemplo el Restaurante Raíces.

La puesta de sol coincide con el inicio de la hora de ‘jangueo’, forma en la que los puertorriqueños se refieren a salir de fiesta (del inglés, ‘hang out’). Cata una ‘Medalla’, la cerveza nacional, o bebe una Piña Colada en Barrachina, lugar donde fue inventado este afamado cóctel. Recorrer los bares y tascas que abundan en las placitas empedradas es el broche de oro antes de cargar las pilas para el día siguiente.

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Cueva del Indio

En la localidad costera de Arecibo hallamos una gruta que contiene petroglifos indígenas taínos previos al desembarco español. Al corazón de la Cueva del Indio se accede a través de una larga escalinata de madera que conduce a una gran cavidad erosionada por las olas a largo de los siglos. La luz blanca penetra levemente a través de los orificios del techo originando unas estampas preciosas.

A escasos 20 minutos encontramos una auténtica joya natural, Cueva Ventana, ubicada en unos acantilados calizos situados sobre el Río Grande. Se trata de una caverna abierta por ambos extremos que contiene estalactitas, estalagmitas y colonias de murciélagos. Cuando parece que la oscuridad se va a adueñar de todo, se hace la luz a través de un gran hueco en la pared que nos regala una panorámica única.

Emprendemos nuestro camino hacia el oeste para alcanzar nuestro destino final, Isabela. Playa Jobos posee un ambiente especial, con multitud de surfistas debido al intenso oleaje y varios chiringuitos donde gozar de un buen cóctel. No sé si hay mejor forma de terminar un viaje, con los pies en la arena, buena compañía y un atardecer como no recordaba antes.

La palabra puerto puede evocarte la ilusión del viaje, la palabra rico evoca alegría. Gran nombre entonces Puerto Rico.