Investigando y recopilando información, para un trabajo práctico como estudiante de Gerenciamiento Gastronómico, allá por el 2015, su interés por la comida exótica fue creciendo hasta que halló unos informes de la FAO (Organización Mundial para la Alimentación), que fomentaba la alimentación a base de insectos como una fuente nutricional accesible y amigable con el ambiente.

Inquieto y curioso por el afán de adquirir nuevos conocimientos, realizó 3 años de la carrera de Ingeniería electrónica. Luego de un viaje realizado a Perú, sintió que debía darle una vuelta de rosca a su desempeño laboral, y se incorporó al estudio de Licenciatura en Ciencias Sociales, donde su tesis la realizó sobre el consumo de insectos, en 2019, aunque, por motivos personales, no pudo exponerla.

"Descubrí que la entomofagia es el consumo de insectos, arácnidos y miriápodos (ciempiés y milpiés), los cuales son muy apreciados por su sabor y su calidad nutricional, y que los mayores mercados se encuentran en México, el sudeste asiático y África central. Pero lo que más le impactó fue descubrir la inmensa cantidad de beneficios que la cría de insectos trae para el medioambiente: baja huella hídrica, aprovechamiento de desechos orgánicos como sustrato, eficiencia en la conversión de alimentos en peso comestible, poco uso de espacio gracias a sistemas de cría vertical, baja emisión de gases de efecto invernadero y amoníaco en comparación con la industria ganadera tradicional."

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“Quedé asombrado”, sigue Llauradó. Así que, cuando su hermano viajó a México le pidió que le trajera “chapulines”, un típico snack azteca en base a grillos tostados, se preguntó, "¿por qué no hacerlos en casa?", y empezó a experimentar algunas recetas.

Más tarde viajó él mismo a México, Tailandia y Laos, y al mejor estilo “Marley” (conductor del programa argentino de viajes Por El Mundo) probó todo tipo de platos con insectos.

Así decidió crear un negocio para ser su propio jefe y en 2018 se anotó en un concurso de emprendedores organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. “No sabía armar un plan de negocios, pero llegué a la final”, recuerda.

Así es cómo comenzó a darle forma a su emprendimiento “Chepulines”, donde diseñó dos líneas de productos: sal de grillo saborizada con especias y bocaditos de grillos tostados. Su emprendimiento fue avanzando en sus diferentes etapas, desde el estudio de mercado argentino, marketing, comunicación, elaboración de productos, testeo de sabores, hasta finalmente llegar a la góndola del consumidor.

El impacto positivo para la comunidad, además de la baja emisión de gases de efecto invernadero en la cría de grillos, es que permite una economía circular, aprovechando desechos agrícolas, de restaurantes y verdulerías ya que se alimentan con frutas y verduras de descarte. A su vez, los desechos de los grillos sirven como abono para el campo.

“Tienen elevado rendimiento y alta tasa de reproducción. Además, no generan olor ni plagas ni son vectores de enfermedades”, enfatiza Llauradó.

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Por otro lado, la producción de 1 kg de proteína de grillo requiere de 15 veces menos agua y 200 veces menos espacio que la de 1 kg de proteína de vaca. Además de ser una fuente sustentable de alimento, los grillos representan la oportunidad única de introducir al mercado alimentos altos en proteína animal alternativa, minerales como el calcio y el hierro y vitaminas esenciales para el ser humano como la B12.

En Argentina, los insectos no están considerados como alimento por el código alimentario. Pero un grupo de investigadores del Conicet y la Red de Seguridad Alimentaria publicó en el año 2021, un informe sobre el perfil nutricional de grillos para alimentación humana, que una vez aprobado por el INAL (Instituto Nacional de Alimentos) abriría el camino para el desarrollo del sector de insectos comestibles en el país.

Actualmente, el emprendimiento “Chepulines”, se encuentra temporalmente pausado, debido a la espera de sus correspondientes habilitaciones. Mientras tanto, Rodrigo continúa investigando y proyectando nuevos productos amigables con el ambiente y haciendo énfasis en brindarle al consumidor una experiencia única y sustentable.

Hoy día, Rodrigo está colaborando con la Asociación Latinoamericana de insectos comestibles, a su vez, junto con dos socios ingenieros, está llevando a cabo el plan organizacional y/o financiero del desarrollo de la primera granja de grillos a desarrollarse, posiblemente en Santiago del Estero o Catamarca, por sus características climáticas acordes a la propagación de este insecto.

Alcanzar una producción sostenible de grillos es posible, nos comparte, dada las oportunidades existentes a nivel internacional y nacional: normativas en Europa y Norteamérica que sirven como modelo regulatorio para el resto del mundo, avances en Argentina en torno a la habilitación del consumo de insectos para humanos y animales, aumento de inversiones en empresas internacionales dedicadas al sector de insectos comestibles y desarrollo de nuevas aplicaciones para el uso de grillos y otros insectos, más allá de su utilización como fuentes de alimento y abono.

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Lograr el pleno desarrollo de la industria de grillos, es fundamental la participación y el intercambio activo de la academia, el sector privado, el sector público y los medios de comunicación.