En la historia reciente, la Tierra nos ha llamado la atención en múltiples ocasiones. Los desastres naturales a los que hemos tenido que plantar cara son señales de alerta que nos indican que no estamos cuidando el planeta de la forma adecuada. Tornados, inundaciones, erupciones, lluvias torrenciales o sequía extrema son solo algunas de las consecuencias de la mala gestión del lugar en el que vivimos.

La pandemia que aún intentamos erradicar ha alterado nuestra forma de vivir, provocando a su vez un súbito cambio en el ambiente a nivel mundial. Los datos son contundentes: el coronavirus ha supuesto la mayor caída en la emisión de CO2 de la que se tenga registro. ¿Es posible que algo tan negativo pueda tener un doble filo de esta magnitud aportando un dato tan positivo?

Y es que, el número de aviones que vuelan los cielos y vehículos que recorren las carreteras se han visto reducidos drásticamente en estos últimos meses. A esto hay que sumar el descenso de la energía consumida debido al cierre temporal de las industrias. El conjunto de todo ello, sumado a otros condicionantes, ha supuesto un nivel muy inferior de gases contaminantes en la atmósfera respecto a lo registrado en el mismo periodo en los últimos años. Incluso los sismólogos han detectado que la Tierra “vibra” menos.

Cuando la Tierra se detiene tan bruscamente, percibimos una sensación rara, algo positivo a lo que no estamos acostumbrados. En Hubei, China, el promedio de días sin contaminación atmosférica ha subido un 21.5%. En Venecia, debido a la menor confluencia de embarcaciones, se observan los canales que habitualmente son recorridos por las góndolas con aguas cristalinas. En Oakland, San Francisco, se han avistado pavos reales dentro de las instalaciones de una escuela.

En Madrid se han grabado jabalíes en busca de comida en sus calles vacías. En Santiago de Chile un puma, probablemente en busca de alimento, deambuló por las calles libremente al notarlas vacías. En la ciudad de Neiva en Colombia y a plena luz del día, se divisó una zarigüeya junto a sus crías. La fauna y la flora están salvajes, recuperando de forma natural el terreno que una vez les fue arrebatado.

Es indiscutible que la crisis sanitaria ha desencadenado algunos cambios positivos en el ambiente, pero siendo honestos debemos admitir que no son cambios buscados, son cambios acontecidos colateralmente. Si indagamos un poco más en las consecuencias ambientales ocasionadas por el ser humano, nos daremos cuenta de que los datos no son tan positivos.

En playas, ríos o zonas urbanas han aparecido una cantidad muy elevada de mascarillas y guantes desechables usados para evitar la propagación del virus. Es un hecho preocupante y contradictorio, no solo por su daño directo al entorno, sino por el riesgo a la salud que puede desencadenar.

Es momento de pensar en el futuro. Debemos enfrentarnos al reto inminente de reinventar la sociedad y el modo de cuidar nuestro entorno, usar nuestros recursos más inteligentemente. Algunos países han comenzado a pintar un futuro más verde. En París se están habilitando 650 km. de ciclo-vías. Milán se ha sumado con una iniciativa similar en favor de peatones y ciclistas en detrimento de los vehículos motorizados.

mascarillas pasto


La realidad es que la sensación de muchos -seguramente cierta- es que este "alivio" para el planeta es temporal y que pronto volveremos a viejas y malas costumbres. Para lograr una reducción notable y continuada en la cantidad de CO2 en la atmósfera deberíamos mantener este descenso de las emisiones por un periodo largo y así notar un verdadero cambio en el clima. Lo mismo sucede con la limpieza de nuestros océanos, el cuidado de nuestros bosques, el bienestar de la fauna y otros muchos campos. Cada poco suma.

Desde luego, la situación en la que nos encontramos hoy no puede ser celebrada. Ha traído terribles consecuencias sanitarias a la par que económicas para muchas familias en el mundo. Pero sí nos debe ayudar a reflexionar sobre nuestra forma de vivir a partir de ahora. Debería ser un punto de inflexión. ¿Seremos capaces de crear nuevos hábitos de producción y consumo y así cuidar nuestro hogar llamado Tierra?

“La Tierra no es una herencia de tus padres, es un préstamo a tus hijos”

Proverbio iberoamericano