Dinero, dinero y más dinero: en la Conferencia sobre el Clima en Dubái -la cumbre COP28, desde el 30 de noviembre hasta el 12 de diciembre- el tema central es la adaptación al cambio climático y la ralentización del calentamiento global. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, mencionó, previamente a la conferencia, lo que muchos países en vías de desarrollo y emergentes exigen: "Los países industrializados tienen que pagar”.

Esto llega en un momento en el que el mundo mira hacia Brasil. Debido a cuatro años de incertidumbre en ese aspecto bajo el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro , es evidente que el país quiere recuperar el lugar perdido como pionero en la protección del clima.

No solo para la región del Amazonas

En la COP28, Brasil quiere impactar con el instrumento del Fondo Amazonía. Este fue creado hace 15 años, el 1º de agosto de 2008, con finamciamiento de Noruega (en un 90%) y Alemania (10%), y revivió desde que Lula asumió su mandato.

Lo particular de este fondo es que también fomenta proyectos climáticos fuera de Brasil. Por ejemplo, el apoyo tecnológico y financiero para el monitoreo satelital conjunto de la región de la Amazonía, en los ocho Estados amazónicos: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana y Surinam.

Fuera de América Latina también se financian medidas de protección de regiones de selva tropical: la del río Mekong, la de Brazzaville, en el río Congo, y en la República Democrática del Congo, así como en Borneo. "Una cooperación sur-sur es posible, y fue prevista desde el comienzo”, explica a DW Nabil Moura Kadri, del banco de desarrollo brasileño BNDES, que administra el Fondo Amazonía.

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La sequía afecta a la región de la Amazonía. Aquí, una imagen en Careiro da Varzea, Brasil. Los efectos de El Niño, el calentamiento del Atlántico y la continua deforestación empeoran las perspectivas.Imagen: Edmar Barros/AP/picture alliance

Primero los objetivos cumplidos, luego el dinero

El fondo está constituido por subsidios que no deben ser devueltos. Actualmente, el fondo cuenta, según datos propios, con un capital de 1.200 millones de dólares. Una suma que podría duplicarse con los aportes anunciados por Alemania, Gran Bretaña, Dinamarca, Suiza, Estados Unidos y la Unión Europea.

Este mecanismo de fomento también se diferencia de otros importantes instrumentos de financiación, como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) o el Fondo Verde para el Clima (GCF, por sus siglas en inglés). Antes de que fluya el dinero del Fondo Amazonía, primero se deben alcanzar los objetivos acordados con los donantes. En otras palabras, Brasil deberá probar que su índice de deforestación está bajando, para poder hacer uso de ese dinero. El método funciona: entre 2008 y 2020, el índice de deforestación en la región amazónica se redujo de 13.000 a 4.500 kilómetros cuadrados, según el Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE).

Brasil administra el Fondo Amazonía

En 2021, la magnitud de la destrucción de la Amazonía volvió a llegar a los 13.000 kilómetros cuadrados. Pero desde que Lula asumió el gobierno, en enero de 2023, se perfila una tendencia positiva. Según el INPE, la deforestación disminuyó entre agosto de 2022 y julio de 2023, en comparación con el período anterior, de 11.500 a 9.000 kilómetros cuadrados.

La autonomía del Fondo Amazonía es otra de sus particularidades. Los brasileños deciden cómo se utilizan los recursos, a diferencia de otros mecanismos internacionales de financiación en los que el Banco Mundial y organizaciones de la ONU participan en su aplicación. Eso facilita la implementación de proyectos.

También las oenegés de la sociedad civil ven el Fondo como un instrumento flexible y eficiente. En el comité organizativo, la sociedad civil está presente, junto con los representantes de los estados brasileños y los ministerios federales.

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Más dinero para energías fósiles que para renovables

Pero, a pesar de las donaciones internacionales para la protección del clima, en el Amazonas y en otras regiones se fomentan mucho más las energías fósiles que las renovables. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), las subvenciones para las fósiles alcanzaron en 2022 un valor récord de 7 billones de dólares.

En comparación, los 100.000 millones de dólares planeados para el Fondo Verde para el Clima parecen una modesta cantidad. Según información propia, ese fondo aún está lejos de cumplir con sus objetivos. Su cartera era de 13.500 millones de dólares en total para la financiación para 243 proyectos en todo el mundo a finales de octubre de este año.

"Aunque la financiación prevista alcance por primera vez este año los 100.000 millones de dólares, todavía es demasiado poco", explicó a DW la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva. "Las inversiones para limitar el calentamiento global son insuficientes."

Brasil quiere demostrar en la próxima conferencia sobre el clima que hay otro camino. "Queremos presentar proyectos exitosos de reforestación y el uso ecológico y productivo de las selvas tropicales en Dubái", anunció el jefe del Fondo Amazonía, Nabil Moura. "Entretanto, estamos gestionando 102 proyectos".

Fuente: DW.