Nota por Inés Castelló 
(Estudiante de Ingeniería ambiental UCA)
para Asociación Amigos de la Patagonia


Sabemos que el consumo es el motor de nuestro sistema económico. Por eso es importante interiorizarnos acerca de qué acciones podemos tomar como consumidores para hacer que se convierta en una práctica compatible con el cuidado ambiental, y no su principal enemigo.

Todo proceso que realice el hombre puede producir algún residuo o efecto no deseado. Pero, podemos hacer más de lo que nosotros mismos creemos. 

A nivel personal, es de gran importancia separar los residuos reciclables y disponerlos en los cestos de basura adecuados, o reutilizarlos, prolongando así el tiempo que tardan en llegar al relleno sanitario. Aunque parezcan acciones aisladas y mínimas, el aporte de cada persona sumado reduce ampliamente el impacto.

A nivel industrial, la generación de residuos se da a lo largo de todo el proceso productivo: por ejemplo, desde la obtención de la materia prima para producir una galletita y las emisiones gaseosas de su producción, hasta que se termina el paquete y queda el envoltorio. Este último es un residuo sólido que, en el mejor de los casos, se recupera y recicla. Son esos resultados no deseados los que terminan afectando nuestra calidad de vida en el corto o largo plazo, de manera directa o indirecta. A nivel empresarial, la idea sería llevar a cabo una serie de acciones con grados de prioridad para reducir estos efectos en el ambiente y el impacto en los seres humanos.

En primer lugar, se debería evitar la producción de aquello no deseado, por ejemplo, pensando cuidadosamente el diseño del producto. Si esto no se puede llevar a cabo, hay una segunda posibilidad: reducir la cantidad producida, lo cual disminuye la cantidad de residuos generados durante la producción, por ejemplo, rediseñando el proceso o utilizando maquinaria que aproveche mejor los recursos.

La tercera práctica sería realizar acciones de recuperación y reciclado en el proceso originario, en el sitio donde se produce o, en última instancia, fuera de él.

La cuarta práctica consiste en tratar la materia en el sitio.
Aquí entran en juego las plantas de tratamiento que, mediante una serie de operaciones, reducen el daño potencial. Como última práctica se encuentra la disposición conforme a la reglamentación vigente. Resulta conveniente destacar que, a medida que se va bajando en nivel de acción, menos eficientes serán los resultados logrados así como los beneficios obtenidos. 

Aunque las empresas tienen los recursos para adoptar estas medidas, pueden ser estimuladas desde el consumidor cuando éste elige productos o servicios que necesita teniendo en cuenta consideraciones ambientales, seleccionando los que hayan sido elaborados teniendo en cuenta el ambiente: que utilicen ingredientes más naturales, orgánicos o cuyo consumo energético sea eficiente.

Cada acción, desde distintos puntos de vista y en distintas actividades, puede lograr que los efectos sobre el ambiente sean menores. Recuerda revisar tus prácticas de consumo, aunque parezca una acción mínima y aislada, puede generar transformaciones enormes.