* Por Milagros Orcoyen, miembro del Área de Prensa del el Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

La emergencia climática actual ha demostrado la necesidad de actuar con urgencia y de trabajar en vistas al desarrollo de un nuevo modelo en el que la sustentabilidad sea tomada como eje fundamental. Dentro del caso particular de la industria de la moda, se puede observar la presencia, cada vez más marcada, de una mirada diferente a la del fast fashion, paradigma que hasta ahora ha sido el predominante.

El fast fashion o “moda rápida” es un modelo de negocios que se encuentra en desarrollo desde los años 80. Se enfoca en producir grandes cantidades de ropa en el menor tiempo posible.

Con el paso del tiempo el fast fashion comenzó a ser cada vez más criticado ya que, entre otras razones, la producción se lleva a cabo bajo condiciones laborales precarias, fomenta en los consumidores una sustitución acelerada de sus prendas e impacta gravemente en el ambiente.

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Álex Penadés, experto en negocios sostenibles y global brand director en la empresa Jeanologia sostiene que “durante las últimas décadas, el fast fashion nos ha educado en el gusto por la moda, pero creo que es necesario abandonar la adicción a las compras compulsivas y al derroche que esto ha generado”.

Bajo este marco es que cobra relevancia el término slow fashion, el cual se posiciona como opuesto al fast fashion. Se traduce al español como “moda lenta” y viene a incentivar una nueva forma de pensar a la hora de comprar artículos de vestir, impulsando la moda sostenible.

De acuerdo con Vogue “el slow fashion es la manera de pensar, hacer y consumir la moda de manera consciente e intencionada, fomentando el cuidado de los procesos de producción, buscando asegurar la calidad de cada producto creado para que sean perdurables y sostenibles a lo largo del tiempo”.

El modelo se centra en el consumo responsable, la toma de decisiones sensatas y la producción ética. Propone una desaceleración de los procesos y una mayor apreciación de cada paso necesario para que finalmente se puedan encontrar las prendas en una tienda.

Otras características del slow fashion son que:

  • Prioriza la calidad por sobre la cantidad, fomentando la búsqueda de prendas con la mayor vida útil posible.
  • Tiene una visión a largo plazo.
  • Toma en consideración todo el proceso de producción y ciclo de vida del producto.
  • Considera fundamental el trato justo de las personas, animales y ambiente.

Si bien la producción ética cumple un rol de suma importancia, el consumo responsable y la toma de decisiones sensatas son también esenciales. El slow fashion busca desarrollar un ojo crítico en las personas que compran las prendas, alentándolas a investigar y cuestionar qué hay detrás de una etiqueta. Además, invita a analizar si realmente se necesita obtener determinado producto o si se puede, en cambio, utilizar alguna pieza olvidada que quizá solo le hace falta un pequeño ajuste o una simple reparación.

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¿Cómo adoptar el slow fashion?

Algunas medidas que se pueden llevar a cabo para adoptar el slow fashion son:

- Antes de comprar, asegurarse de que la empresa lleve a cabo procedimientos sostenibles y éticos, además de que respeten los derechos y condiciones laborales.

- Adquirir prendas atemporales, que se les pueda dar múltiples usos y posean una larga vida útil. Es primordial priorizar la calidad por sobre la cantidad.

- Implementar el upcycling, el cual busca alargar la vida útil de un producto a través de modificaciones e impulsa la compra y venta de ropa de segunda mano.

- Priorizar marcas cuya ropa esté hecha a mano o cuya producción se realice de forma local.

- Pensar dos veces antes de comprar: ¿realmente necesito determinada prenda? ¿Vale la pena?

El slow fashion es uno de los tantos hábitos que podemos adquirir para vivir de forma más sustentable. Nuestras decisiones diarias influyen en nuestro entorno y, si optamos por ser parte de este tipo de iniciativas, ayudamos a garantizar un mejor futuro.