Nota por Marcelita Ponce de León
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La agricultura como actividad apareció hace más de diez mil años y se desarrolló en varios lugares de nuestro planeta. Su importancia es tal que tuvo el poder de cambiar la historia de la civilización humana.

Esta actividad productiva sigue siendo uno de los sectores más importantes para el desarrollo sostenible de las comunidades pues está relacionada a problemáticas globales como: la pobreza y el hambre, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la salud humana, el papel de la mujer en la sociedad, la desertificación, la energía, las desigualdades y el consumo.

Muchos entendidos en la materia opinan que es una de las actividades más transversales y relacionadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), por lo que no temen en decir que es una de las claves para dar solución al problema de la sostenibilidad.

La agenda 2030, para ser más específicos el ODS 2, se enfoca en erradicar la hambruna a nivel mundial. Este objetivo plantea, como una de sus estrategias, la promoción de prácticas agrícolas sostenibles dentro de comunidades rurales.

Esta visión es muy importante, ya que actualmente este tipo de agricultura está ligada a una actividad de subsistencia, por lo que representa un área vulnerable debido a los fenómenos complejos como son: los riesgos climatológicos, menores recursos hídricos accesibles, los precios altos de insumos agrícolas y los bajos ingresos del agricultor. Además, como si fuera poco, en muchas zonas agrícolas esta actividad está envejeciendo pues no es lo suficientemente atractiva para los jóvenes que prefieren estudiar o dedicarse a otros rubros menos sacrificados.

A pesar de esta realidad, es necesario entender que este tipo de agricultura es y será un tema trascendental en los próximos trece años, impactando con mayor intensidad en ámbitos económicos, sociales y ambientales. Por lo tanto, debe ser uno de los pilares en las decisiones estratégicas gubernamentales para contribuir al cumplimiento de la Agenda 2030.

Por último, a opinión personal, debo decir que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer que la agricultura familiar sea una actividad sostenible. Podemos empezar por cosas sencillas como: pagar un precio justo por los productos de nuestros agricultores, interactuar con ellos para fortalecer y motivar la importancia de su trabajo, y visitar sus comunidades para promover el turismo y a su vez contribuir al desarrollo económico de éstas.

Como ven, el futuro de esta actividad depende de cada uno de nosotros y cambiarlo es solo cuestión de sumar voluntades.