Bolivia: la montaña que enriqueció a España, al borde del colapso tras casi 500 años de explotación continua. Se trata del Cerro Rico de Potosí, la montaña boliviana cuya plata financió gran parte del Imperio español, está cediendo. Los derrumbes son cada vez más frecuentes y peligrosos, impulsados por el aumento de la actividad minera, técnicas de extracción más agresivas y casi medio milenio de túneles internos que han ahuecado su estructura.
El fenómeno no solo compromete un sitio Patrimonio Mundial, sino también la vida de miles de personas: unas 180 familias que viven en la montaña y alrededor de 10.000 mineros, en su mayoría indígenas quechuas.
La minería se intensifica con el precio de la plata
Con la plata alcanzando máximos históricos en la última década, la economía de Potosí volvió a volcarse masivamente a la extracción.
La actividad minera —formal, informal y cooperativizada— crece aceleradamente, y con ello también lo hacen los riesgos. Según reportes recientes, los mineros activos en la montaña se multiplicaron en muy poco tiempo.
El aumento de la demanda global de tecnologías “verdes”, como paneles solares (que requieren plata) y aerogeneradores (fabricados con zinc), está presionando a la región hacia una explotación aún mayor.
500 años de extracción: el origen del colapso
El Cerro Rico no es solo una montaña: es un símbolo del saqueo colonial que marcó la historia económica del mundo. Sus vetas alimentaron a Europa con riquezas inmensas, mientras que la población local quedaba atrapada en condiciones brutales.
Hoy, los túneles excavados desde 1545 han dejado la parte superior del cerro al borde de una depresión total, con un hundimiento estimado de casi 250 metros respecto a su altura original. Ingenieros advierten que podría desplomarse otros 10 o 20 metros y convertirse en un cono truncado.
Mientras tanto, los derrumbes —antes pequeños y frecuentes— ahora son grandes, súbitos y más letales.
Una comunidad entre el polvo, las grietas y el miedo
Las historias de Silvia Mamani Armijo, Lucía Armijo y cientos de mujeres que trabajan como guardabocaminas son un retrato descarnado del presente del Cerro Rico: casas agrietadas, agua contaminada por polvo de mina, diarrea frecuente, violencia laboral, peligro constante de derrumbe y sueldos que no alcanzan.
En 2025, al menos 90 personas murieron dentro de la montaña mientras trabajaban. Activistas denuncian que muchas muertes no se registran y que el nivel de explotación laboral y riesgos ambientales siguen aumentando.
Una riqueza que no queda en Bolivia
A pesar de sus minerales, Potosí es hoy uno de los departamentos más pobres del país.
Geólogos y expertos señalan una cadena de responsabilidades: cooperativas mineras sin control, gobiernos permisivos y empresas internacionales que absorben gran parte de las ganancias.
Y mientras las minerías avanzan, el símbolo nacional de Bolivia se derrumba.
Intentos de preservación: lentos, insuficientes y resistidos
En 2022, un tribunal ordenó cerrar todas las minas por encima de los 4400 metros y trasladarlas a zonas más estables. Pero tres años después, el avance es mínimo: falta financiamiento, las cooperativas se resisten y el Estado no consigue ejecutar las obras.
Ingenieros propusieron reforzar la cumbre con hormigón y acero, pero el proyecto requiere más de 3,5 millones de dólares que hoy no existen.
Mientras tanto, el tiempo corre y la montaña sigue cediendo.
Un problema local con responsabilidad global
El colapso del Cerro Rico no es solo un asunto boliviano. Fue —y sigue siendo— uno de los motores silenciosos del capitalismo global.
Como señalan expertos, el mundo entero se benefició de sus riquezas durante siglos.