La luna se muestra redonda en el signo de Acuario. Ella se muestra y algo nos muestra. Pero, ¿qué se ilumina en nuestro interior y/o a nuestro alrededor?

De la mano de esta energía potenciada por su amigo Urano, podríamos preguntarnos: ¿Qué es la libertad para mi? ¿Qué lugar tiene en mi vida? ¿Me animo a ser yo mismo? ¿Puedo soltar el control y fluir con lo que la vida me trae?

Al hablar de libertad, antes que nada, es importante pensar en todos los malos entendidos que existen alrededor de este tema. Ser libres no significa que no nos importe nada ni nadie. No se trata de desaparecer de una reunión o cortar de un momento a otro con alguien. Tampoco de andar solo por la vida sin poder comprometerse con nada ni nadie.

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Todo esto suena más a defensa y desconexión que a libertad. Porque la libertad no es algo cerrado y único, sino que su significado varía dependiendo de cada persona. Tanto sentirnos atrapados o que tenemos que sostener algo que no sabemos cómo cambiar, así como vivir huyendo y escapando por miedo a quedar atrapados, son dos caras de una misma moneda. Escapar no es lo mismo que ser libre. Si estamos escapando es porque nos sentimos perseguidos, y nada menos libre que sentirnos así.

Entonces, ¿qué entendemos por libertad?

La libertad tiene que ver con la experiencia de sentir espacio y de estar en verdad. Se trata de un encuentro sincero con uno mismo, con una mirada interna de aceptación y de no juicio, de apertura al mundo y a los otros, sin miedo. O con miedo, pero aceptándolo y arriesgándonos a probar igual. O si el miedo, la incomodidad o el dolor son muy grandes también escucharnos (ser sinceros con nosotros mismos) y elegir.

Sentirnos libres es sentir que podemos elegir. Y esto no significa que todo depende de nosotros y que podemos elegir todo en la vida, pero sí que podemos poner un límite a lo que nos hace daño. Poder decir que sí y también poder decir que no. Poder hacerlo y poder elegir cuándo y cómo
hacerlo.

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La libertad no es fuera del vínculo sino una experiencia que florece con más fuerza en el vínculo. En el vínculo verdadero y sincero con uno mismo y con el otro. Ahí donde encontramos un lugar, un espacio, para ser nosotros mismos, escucharnos, expresarnos, jugar, animarnos, reír, llorar, y sobre todo, aceptar, aceptarnos y amar.

Amar como posibilidad de elegir, empatizar y respetar (no de sentirnos obligados ni de obligar), construyendo juntos cómo queremos vincularnos. Así como la libertad florece en el vínculo creo que el amor (con uno mismo y con el otro) florece cuando hay libertad.

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