Si eres una persona amante de los viajes y la naturaleza, seguramente sabrás que hay cielos que podrías estar mirando hasta el amanecer. Estrellas fugaces y otros astros pasan delante de tus ojos, pero sin embargo, en la ciudad en la que vives es muy difícil verlos por las noches.

Aunque no reparemos en eso en cada momento, estamos expuestos todo el tiempo a una gran cantidad de luces artificiales, comenzando por las que proyecta nuestro ordenador o dispositivos móviles. Y ésta es una contaminación a la que muy poca atención se le da, aunque resulta una de las más invasivas. 

De hecho, según el Nuevo Atlas Mundial de la Contaminación (2016), la mayor parte de la población del mundo (83%) no puede observar la Vía Láctea por el aumento de la contaminación lumínica. 

ph: Esteban Fernández

En la confección de este mapa se han usado imágenes satelitales y mediciones de luz artificial a lo largo de todo el planeta. Según lo que se logró relevar, la contaminación aumentó un 6% en América del Norte y Europa.

Por eso, quienes viven en zonas de altos niveles de contaminación lumínica, como las grandes ciudades, deben recorrer alrededor de mil kilómetros para poder disfrutar de un cielo estrellado.

Singapur, Kuwait y Qatar están primeras en el ranking de países con mayor índice de polución lumínica. Por el contrario, Groenlandia, la República Centroafricana y Niue, son algunos de los que menos se ven afectados.

Sudamérica tiene menor contaminación lumínica respecto de Europa y América del Norte, pero algunas ciudades de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Venezuela y Colombia tienen los indices más elevados de la región.

Las luces artificiales no solo impiden que podamos disfrutar de las estrellas, sino que también inciden sobre las aves, confundiéndolas y modificando sus ciclos migratorios; afectan nuestro ritmo cardíaco y nuestro ciclo de sueño; inciden sobre los ecosistemas en el caso, por ejemplo, de las playas, alterando los ciclos de ascenso y descenso del plancton; alteran el comportamiento habitual de los insectos nocturnos; entre otras consecuencias. 

Por eso, si bien la luz eléctrica es hoy una necesidad que no está en discusión dejarse de usar, es necesario encontrar un equilibrio para no poner en riesgo nuestra salud ni la de todos los seres que habitan el planeta. Acciones como apagar las luces que no se utilizan, hasta implementar a nivel público luces con sensores de movimiento, podrían ser algunas medidas a implementar para pensar en nuevos modelos energéticos más sustentables. 

¡Volvamos a disfrutar de un cielo estrellado!