Hay un aspecto central dentro de la Inteligencia Emocional en la vida diaria y profesional, que es la asertividad. Se trata de la relación que establecemos con las demás personas, y también con nosotros, con respeto, poder de escucha, presencia y empatía.

La asertividad no es una utopía en el mundo actual; de hecho, es una de las mejores herramientas para el feedback, la retroalimentación necesaria para mejorar, y también la aplicas cuando, con sabiduría, buscas solucionar problemas con las personas, y tomar decisiones sobre temas que tienen distintos puntos de vista.

En general, la comunicación no viene con un manual de instrucciones hasta que interactuamos con la gente. Cuando nacemos y hasta aproximadamente los seis o siete años, vamos construyendo nuestro mundo emocional y de relaciones a partir de la observación, el ensayo y error y el entorno en el que fuimos criados.

Cuando esos entornos eran de afecto y amorosidad, la comunicación puede que haya sido más fluida y cercana. En cambio, en situaciones de hostilidad y agresión, la tendencia es a ser poco asertivos y, en lugar de esa forma, caer en la reactividad permanente, como mecanismo de defensa.

Para comprender mejor de qué se trata la asertividad y que puedas verificar el nivel que tienes en tus interacciones, es útil que conozcas los cuatro estilos frecuentes, llamados estilos comunicativos:

- Estilo agresivo: “Siempre igual contigo”, “Pensé que había quedado claro lo que dije”, “Aquí se viene a cumplir órdenes”, “Nunca haces nada bien”, “Ya sabes quien es responsable de este desastre”.

Desde la asertividad, puedes observar que, por un lado, hay un tono fuerte, agresivo e impulsivo que predomina en esos ejemplos. Además, palabras que no ayudan a comunicarse mejor: todo, nada, siempre, nunca, que en definitiva echan la culpa a los demás.

- Estilo pasivo: “Quedamos en que tú hacías este trabajo; no te preocupes que ya lo hago”, “Tú, siempre haciéndote responsable de tus compromisos” (dicho con ironía), “Se ve que no te cuesta como a mi hacer toda la tarea”.

Se da cuando observas algo que te molesta o disgusta, aunque no lo expresas en forma directa. Hay un trasfondo de rabia contenida, aunque decides callar -lo que implica cierto sometimiento- o bien reprochar -en forma directa o indirecta, aunque no levantando la voz- en vez de comunicar claramente lo que sientes, como una forma de poder corregir o acordar una nueva manera de relacionarse. Es posible que al cabo de un tiempo de acumular muchas comunicaciones de estilo pasivo tengas un estallido emocional.

- Estilo manipulativo: “Sabes lo importante que es para mí lograr esto; ¡Pero está bien!: Ya sé que no te importo lo suficiente como para que te muevas y lo hagas. Pero tú ya conoces cómo me pongo cuando no logro los objetivos, y ya sabes lo que implica eso...”

Nuevamente, sin asertividad ni ir al grano de las cuestiones, son mensajes donde hay que leer entre líneas una serie de amenazas, tono sarcástico y con el fin de que la otra persona se sienta mal y generarle culpa, pensando en que así se revertirá la situación.

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- Estilo asertivo: “Juan: he observado que llegaste diez minutos tarde a la reunión de coordinación de hoy. Como hace cuatro semanas que viene sucediendo, quiero comentarte cuánto me afecta ese comportamiento, porque percibo que ha generado incomodidad. ¿Hay algo que podamos hacer juntos para corregir este inconveniente que se está transformando en un problema?”

De esta manera, expresas una observación neutral de lo que sucedió, sin carga emocional ni interpretaciones de tu parte, basada en hechos. Luego, expresas lo que sientes, la dificultad, y abres un puente hacia una resolución. Es difícil que la otra parte responda mal, ya que lo haces con un tono firme, aunque no agresivo, y lo expresas en primera persona.

A modo de guía para que observes tu comunicación contigo -pensamientos, ideas, palabras recurrentes que te dices en alguno de los 12.000 diálogos rumiantes que tenemos cada uno por día-, y con las demás personas, aquí tienes estas 10 cosas que puedes empezar a implementar desde ahora:

No siempre será necesario aplicar la asertividad como en el ejemplo del último punto anterior. Aunque sí debes saber que es recomendable que sepas cuándo y cómo utilizarla con sabiduría. A veces necesitarás un lenguaje más directivo y conductivo hacia un resultado concreto, lo que puedes hacer con firmeza y empatía a la vez. De eso se trata.

Apodérate de la comunicación, sin sonar con egocentrismo. Utiliza el “Yo siento”, “He observado”, “Desde mi perspectiva”, “Quiero comunicarte que…”, para ir directo al punto. Lo opuesto es echar culpa a los demás apuntando con un dedo: “Tú haces tal cosa y por eso…”

La comunicación humana es suficientemente rica para abrir caminos y tender puentes.

Piensa en las formas en que podrías incentivar una mejor relación ganar = ganar con la asertividad, mientras transmites todo lo que desees, constructivamente. Lo opuesto es cerrarte a las posibilidades de cooperación con las demás personas, y querer imponer siempre tu punto de vista.

Cuando te comunicas con una carga emocional de por medio pierdes objetividad, porque empiezas a interpretar e inferir cosas que, quizás, sean sólo tu visión de los asuntos.

La intención es despojar a tu comunicación esencial de cualquier connotación calificativa negativa hacia la otra persona, para que el mensaje llegue fuerte, claro y puro: es decir, sin distorsiones emocionales.

Es cierto que siempre transmitimos desde nuestro mapa, creencias y paradigmas. Para mejorar, el ejercicio de asertividad aquí es buscar empatizar, entendiendo el mapa de la otra persona, cómo se siente y cuáles son sus motivaciones.

Por ejemplo, la búsqueda de puntos en común al comunicar creando una opción satisfactoria para ambas partes, es una forma de calzar ambos mapas en un resultado concreto.

En este punto es importante cuidar el tono con que te expresas, porque de él depende cómo responderá la otra persona.

Recuerda que hay gente que es prioritariamente visual (se forman imágenes en la mente para entender el mundo), otras auditivas (el tono, secuencia y velocidad de información permite que llegue o no el mensaje) y también kinestésicas (más conectadas con emociones, sensaciones y sentimientos). Si abarcas estos tres canales te asegurarás de que tu mensaje llegue a destino de una u otra forma.

Se trata de repetir lo que queremos, o lo que no queremos, reiterando una frase o idea una y otra vez, independientemente de lo que diga la otra parte. No se trata de actuar groseramente, sino de que le quede clara nuestra posición sobre lo que deseas transmitir: no moverte de tu posición, si eso es lo que realmente deseas.

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Por ejemplo: “No voy a ir al almuerzo” y luego “Agradezco la invitación: no iré al almuerzo”; y sigues con “Me complace que me invites, aunque esta vez he decidido no participar del almuerzo”, y así sucesivamente.

Generalmente a la tercera o cuarta repetición ya se comprendió el mensaje. No es necesario que te salgas de tus casillas cuando lo haces.

Otro recurso de asertividad es no rechazar de inmediato los argumentos que dice la otra persona, aunque tampoco significa que los estarás aceptando.

Por ejemplo, si estás recibiendo una respuesta descortés, aunque tu planteo no haya sido de esa forma, puedes hacer un “banco de niebla” temporal expresando, por ejemplo: “Entiendo lo que dices; es un punto de vista para considerar.”

De nuevo, no has ratificado ni adherido a lo que dice. Simplemente, estás creando tu estado de asertividad en el vínculo para gestionarlo mejor. Con ese ablandamiento, puedes tender un puente en vez de comunicarte desde el conflicto.

Hay muchos seres humanos que son discutidores por naturaleza: les gusta tener la razón, muchas veces con el único fin de satisfacer al ego o dejar en desventaja a la otra persona.

Lo cierto es que hay una enorme cantidad de situaciones en las que puedes dejar pasar situaciones no relevantes, sin meterte en discusiones o comunicaciones complicadas. No es necesario que te “subas” a todo tipo de respuestas o dardos verbales o gestuales, con el único fin de reaccionar.

La conducta reactiva, como dice Stephen Covey, disminuye tu poder de influencia y aumenta tu preocupación mental, nublando tu posibilidad de entendimiento, porque, literalmente, la mente se enceguece.

Por ejemplo, ante alguien que insiste permanentemente en su argumento, puedes decir “Tienes razón, y permíteme decirte que…”, e insertas lo que quieras expresar, siempre que sea algo que construya un mejor vínculo.

El simple hecho de decir aquel “tienes razón, y…” baja las defensas de las demás personas, y permite que digas lo que quieres aportar, sin entrar en tonos hirientes o en el enojo.

Las situaciones de comunicación asertiva están diseñadas para evitar roces, conflictos y para que puedas expresar todo lo que quieras y necesites, desde una perspectiva constructiva.

Se requiere que el entorno sea cuidado; por ejemplo, sin ruidos que interrumpan el flujo entre las personas, o con confidencialidad cuando sea necesaria.

Para finalizar, otro aspecto relevante es el del lenguaje no verbal: lo que dicen tus gestos. Posiciones cerradas como los brazos cruzados o el cuerpo echado hacia atrás no ayudarán a conectar.

Algunas ideas: Mira a los ojos; busca que tu postura sea, de alguna forma, parecida a la de la otra persona; evita interrumpir; escucha lo que te dicen (no se trata simplemente de oír, sino de afinar más profundamente esta habilidad); toma notas de los argumentos que te parecen relevantes para conversarlos amablemente; y complementa esta danza utilizando algunas expresiones tal cual las que escuchaste, intercalándolas dentro de tus propios argumentos: esto le hará sentir que le prestaste atención.

Y también haz preguntas que permitan entender mejor la posición de la otra persona, no solamente “decir” tu mensaje. Aunque ya lo hayas comprendido, parafrasea lo que escuchaste, y exprésale: “Quiero comprenderte bien. Cuando escuché tal cosa, ¿estás expresando que …?”.

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