Hoy en día muchos consideran que la capacidad para comprender los sentimientos propios y ajenos es una habilidad crucial para el éxito en la vida, que nos ayuda a navegar las complejidades de las relaciones sociales, ya sean familiares, amorosas o laborales. Muchos incluso creen que es un aspecto más importante que la capacidad intelectual.

Sin embargo, hay personas que no cultivan esta forma de inteligencia, y eso dificulta mucho sus relaciones con los demás y consigo mismos.

Desde 1920, diversos investigadores han desarrollado y difundido el concepto que hoy se conoce como inteligencia emocional: la capacidad para comprender las emociones de los demás y las propias.

En 1983, Howard Gardner propuso la teoría de las inteligencias múltiples, según la cual existen diferentes formas de inteligencia que se aplican a diferentes áreas de la vida. Entre ellas se encuentran las inteligencias interpersonal e intrapersonal, que definen la capacidad de comprender las intenciones, motivaciones, sentimientos y deseos de otras personas y de nosotros mismos, respectivamente.

En línea con estos conceptos, te compartimos cuatro indicadores de que una persona no tiene una alta inteligencia emocional.

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Esta es la marca clásica de una persona con baja inteligencia emocional: la incapacidad para comprender el estado emocional de los demás, lo que lleva a la falta de compasión y empatía. Con frecuencia, ellos mismos se sienten incomprendidos y creen que los demás no se esfuerzan lo suficiente por entenderlos.

Esta dinámica se convierte en un círculo vicioso. Las personas con baja inteligencia emocional discuten con mucha frecuencia, casi siempre motivados por la incomprensión.

Son incapaces de expresar sus emociones apropiadamente, y esto puede reflejarse en arranques de ira e ineptitud social.

Su incapacidad para entender las emociones ajenas los lleva a pensar que cualquier despliegue emocional es señal de que alguien es demasiado sensible. Con frecuencia actúan de forma insensible e inapropiada.

Esta dinámica lleva a conflictos y malos entendidos motivados por la intolerancia por las emociones ajenas. Son pesimistas y demasiado críticos de los sentimientos ajenos, y frecuentemente son incapaces de ver puntos de vistas diferentes a los suyos.

Las emociones fuertes, ya sea propias o de otros, son difíciles de comprender para las personas con baja inteligencia emocional. Por eso, suelen huirle a situaciones donde hay emociones intensas, para alejarse de lo que no comprenden y evitar mostrar sus propios sentimientos.

Cuando huir no es una posibilidad, estallan en arrebatos emocionales desproporcionados e incontrolables, convirtiéndose exactamente en aquello que critican.

Las relaciones requieren de un intercambio constante de informaciones y emociones. Hay que escuchar, intercambiar pensamientos, sentimientos y tener empatía. A medida que las relaciones se vuelven más cercanas, más inteligencia emocional es necesaria para gestionarlas correctamente.

La falta de habilidades sociales hace que estos individuos tengan dificultades para tener relaciones saludables con los que les rodean, desde el amigo ocasional hasta su familia más cercana.

Al mismo tiempo, su incapacidad emocional les impide reconocer cuál es el motivo del problema, por lo que suelen considerarse víctimas de incomprensión o tratos injustos. Esta dinámica solo empeora las relaciones sociales.

Dos ejercicios para potenciar la inteligencia emocional

Para las personas que tienen dificultades gestionando emociones y relaciones, es importante reconocer el problema y tomar medidas para combatirlo. Como un primer paso, se pueden considerar estos dos ejercicios.

Ocultar o dejarnos llevar por las emociones nos puede llevar a tener reacciones exageradas o molestias prolongadas. El autocontrol es crucial para moderar los sentimientos.

Lo primero es identificar la emoción que estamos experimentando. En el caso del enfado, debemos preguntarnos qué nos hace sentir así, por qué este hecho despierta emociones negativas en nosotros. ¿Estamos enfadados con la otra persona por lo que ha hecho? ¿O solo estamos más sensibles porque no hemos tenido un buen día?

Encontrar el porqué de nuestras emociones normalmente nos ayudará a canalizarlas de la manera más saludable posible. El siguiente paso sería aceptar esa emoción, en lugar de rechazarla.

Es bueno realizar algún ejercicio de respiración, relajación o meditación para calmarnos y reducir la intensidad de los sentimientos. Porque si bien debemos aceptar las emociones, tenemos que retomar el control sobre ellas.

Las emociones positivas son necesarias para alcanzar el bienestar emocional. El desánimo, la desilusión y la apatía son enemigos del bienestar emocional. Debemos hacer lo posible para alejarnos de las emociones que solo nos hunden y nos causan malestar.

Podemos realizar un registro de nuestras emociones positivas y llevar una lista. Luego, escribamos al lado qué actividades, situaciones o personas asociamos más con estas emociones.

Otro ejercicio relacionado puede ser identificar las emociones positivas que queramos aumentar y pensar en diferentes circunstancias que puedan generarlas. El solo pensar en estas experiencias puede ser positivo para nosotros, pero también puede motivarnos a llevar a cabo esas acciones que nos traen bienestar.

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La inteligencia emocional es una habilidad muy importante para la gestión y comprensión de las relaciones de nuestras vidas y, según diversos expertos, puede ser incluso más determinante que la capacidad intelectual.

Con estos indicadores de baja inteligencia emocional y ejercicios para revertir la situación puedes ayudarte a ti mismo o a alguien más a mejorar esta en esta habilidad tan importante.

Fuente:

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