Bañada por el río Havel, Potsdam es la capital y joya de la corona de la región de Brandeburgo. Es un enclave provisto de una cantidad poco común de palacios, jardines y edificios de singular belleza y una importancia crucial en numerosos momentos históricos. Considerada la escapada tradicional en cualquier visita a Berlín, te recomendamos encarecidamente que no la concibas como una excursión de una mañana y de verdad te sumerjas en esta sublime combinación de arte y naturaleza. Sin duda alguna, tranquilamente podrías recorrerla durante 3 días enteros y aún dejar interesantes lugares en el tintero.

Tomando como referencia el centro de Berlín, la fiable red ferroviaria germana nos conduce en escasos 30 minutos a la antigua sede real de Prusia. El rey Friedrich II, apodado Federico el Grande, solía disfrutar en el Palacio de Sanssouci de los suaves veranos bávaros. Su privilegiado estatus y amor incondicional por estas tierras contribuyeron a un desarrollo incalculable en los ámbitos cultural y artístico, que unidos a la fortuna para sobrevivir de forma milagrosa a los constantes bombardeos durante la II Guerra Mundial hoy nos dejan un legado único.

Podemos imaginar Potsdam como un museo al aire libre, de hecho es a Berlín lo que Versailles es a París. Es muy probable que no dispongáis del tiempo suficiente para conocer todos los tesoros que os brinda, pero nos gustaría presentaros los puntos de interés más destacados para que organicéis la ruta a vuestro antojo y así sacar el máximo provecho a vuestra aventura. A través de mi experiencia propia me agrada mostraros las maravillas de la ciudad, la cual es Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1990.

Palacio de Sanssouci y otras maravillas que esconde su parque

Esta grandiosa obra de estilo rococó era la residencia de verano de Federico el Grande. Fue diseñada por Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff y terminada en 1747. A ambos lados de las majestuosas escaleras que nos guían a su entrada, las terrazas cubiertas de enredaderas hacen las delicias de los turistas que caminan boquiabiertos por los alrededores. Independientemente de la estación del año en la que nos encontremos, la amplia gama de colores de la vegetación garantiza una experiencia sensacional. Tal era la devoción del monarca por su “casita del viñedo”, como la solía llamar, que fue enterrado en sus jardines en 1786. En su tumba se lee: “Quand je serai là, je serai sans souci”, que significa “Cuando esté allí, estaré sin ninguna preocupación”.

El parque que lo rodea es simplemente espectacular. Un simple paseo te ayudará a comprender mejor la envergadura del imperio que forjó este lugar. Si te dejas llevar y te pierdes por los senderos de tierra te verás sorprendido por distintos tesoros dignos del mejor museo. Por ejemplo, la Casa China es una de las obras más sugerentes y exóticas del recinto. Sus figuras doradas son absolutamente asombrosas, representando actividades cotidianas de individuos asiáticos bebiendo té, bailando o tocando instrumentos.

Los Baños Romanos, son en realidad un conjunto de fincas italianas del siglo XV, las cuales revelan un aspecto idílico cuando las enredaderas cubren su pérgola. Verdaderamente son un remanso de paz.

Neues Palais fue completado en 1769 y es el último gran palacio prusiano de estilo barroco. La edificación goza de una impresionante fachada crema y salmón, la cual es gobernada por una gran cúpula central de color verdoso. Su opulento interior es una constante muestra del extraordinario nivel artístico del siglo XVIII; una combinación de frescos, piezas talladas, pinturas y mobiliario de la más alta calidad de la época. Digno de mención especial es su galería marina (Grottensaal), un salón repleto de conchas, crustáceos, mármol y piedras preciosas.

Otro de los platos fuertes es el Belvedere auf dem Klausberg, erigido según la Domus Aurea de Roma. Si tenéis la oportunidad de subir y contemplar las vistas no os arrepentiréis, son de esas que quitan el aliento. Muy cerca veremos la Casa del Dragón, una ejemplificación de la pagoda “Ta-ho” que actualmente alberga un interesante café-restaurante.

Siguiendo nuestra ruta circular por el parque llegamos al Palacio Orangerie, un vasto inmueble renacentista italiano de 330 metros de largo repartidos en 3 plantas. De nuevo, las vistas desde su piso superior son realmente fantásticas. Su estancia estrella guarda un número elevado de pinturas del maestro italiano Raphael Sanzio.

Como habíamos anticipado, las increíbles muestras de arquitectura y diseño se suceden por doquier. El Molino Histórico de estilo holandés es una exhibición permanente que explica la historia del mismo y además ofrece una bonita panorámica, además de ser un punto de reunión para tomar una rica cerveza.

Alexandowka

Se trata de un peculiar barrio ruso localizado ligeramente al norte del centro neurálgico de Potsdam. Fue originado como un regalo Friedrich Wilhelm III a su amigo el Zar Alexander I en 1820. Sus pintorescas 14 casas de madera, incluyendo una iglesia ortodoxa, son aún a día de hoy el hogar de algunos de los descendientes de los primeros residentes de la colonia.

Belvedere auf dem Pfingstberg

Una prueba más de la variedad cultural de esta urbe es este palacete de corte italiano renacentista, inspirado en la Villa Médici de Roma. Está compuesto por dos torres gemelas de 25 metros de altura desde las cuales uno puede recrearse con unas vistas privilegiadas. Por si esto fuera poco, en su parte alta se halla la ópera prima de Karl Friedrich Schinkel, una eminencia de la arquitectura alemana.

Palacio de Cecilenhof

Este paradigma arquitectónico de casa de campo inglesa fue la última petición de la poderosa familia Hohenzollern, la cual dictó las órdenes del imperio prusiano hasta la I Guerra Mundial. Su nombre se debe a que fue construido para el príncipe Wilhelm y su mujer Cecilie. Esta casona de 176 habitaciones es especialmente célebre debido a que fue el enclave elegido para realizar la Conferencia de Potsdam en 1945, en la cual Stalin (URSS), Truman (USA) y Churchill (UK) se reunieron al final de la contienda para sentar las bases de la Alemania de la postguerra.

Marmorpalais

Este palacio neoclásico construido con mármol en 1972 goza de unas geniales vistas al “Heiliger See” (Lago Sagrado). Probablemente sus dos habitáculos más llamativos son la sala de conciertos y el gabinete oriental, ubicado en el piso de arriba.

Branderburger Tor

Como la mayoría de los edificios que dan carácter a la ciudad, la Puerta de Brandeburgo fue fundada por Federico el Grande. En sus orígenes, no sólo daba paso a Potsdam sino también a la región de Brandeburgo. De estilo barroco, es el símbolo de la victoria de la Guerra de los Siete Años y da la bienvenida a los peatones al casco antiguo. Paseando en línea recta llegamos hasta la Iglesia de San Pedro y San Pablo. La historia de esta iglesia llama la atención, pues es la única católica en un entorno de marcado carácter protestante. Su levantamiento se llevó a cabo bajo petición de obreros de Lieja, que se mudaron aquí como especialistas en la fabricación de armas.

Distrito Holandés

Es una de las zonas más especiales del municipio y la mayor representación holandesa fuera de los Países Bajos. En 1730 el rey de Prusia Friedrich Wilhelm I quiso atraer a artesanos neerlandeses a la ciudad, y por ello levantó esta barriada de 134 casas de ladrillo rojizo para que se sintieran como en casa. La “Pequeña Amsterdam, como es conocida popularmente, actualmente es un barrio de moda con multitud de coquetas tiendas y galerías de artistas locales y bonitos cafés con sillas de jardín que invitan a relajarse y charlar en un ambiente elegante.

Museo Barberini y la Iglesia de San Nicolás

Este antiguo palacio barroco, que también corrió de la mano de Federico el Grande, desafortunadamente no pudo soportar los graves daños sufridos durante la guerra. En la actualidad se puede disfrutar de una réplica del mismo y a su vez de este nuevo museo que se suma a la interminable oferta cultural. Justo al lado tropezamos con la impresionante Iglesia de San Nicolás, con una tremenda cúpula neoclásica verde que se complementa con un obelisco de 25 metros de altura que honra a famosos arquitectos locales.

Para finalizar, para aquellos valientes que se sientan con fuerza y tengan tiempo de indagar un poco más en los entresijos de esta urbe, os invitamos a descubrir estos dos sitios emblemáticos:

Glienicke Brucke

El nexo entre la capital teutona y Potsdam fue un puente crucial durante la guerra fría debido a que se usaba para el intercambio de espías entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Quizás uno de los trueques más famosos tuvo lugar en 1962, cuando el piloto americano Francis Gary Powers fue intercambiado por el agente ruso de la KGB Rudolf Abel. A partir del 10 de febrero de 1989, ciudadanos alemanes pudieron por fin cruzar de un lado a otro del puente. Desde el mismo tenemos vistas insuperables del río Havel y Babelsberg Park.

Filmpark Babelsberg

Aquellos amantes de la gran pantalla a los cuales no les importe alejarse un poco del centro están de suerte, pues Potsdam es la casa de un renombrado estudio de cine. Justo al lado del mismo encontramos un parque de entretenimiento de temática cinematográfica, en el cual podemos pasar un buen rato con espectáculos acrobáticos y de animales, escenarios auténticos de películas y un cine de realidad 4D.

Potsdam es una auténtica joya, un lugar extraordinariamente especial. Por ello, no es de extrañar que Federico el Grande decidiera disfrutar de su vida en ese entorno, pero que soñara con quedarse un poco más…

“Luck sometimes visits a fool, but it never sits down with him”.

Proverbio alemán