El síndrome del impostor no es una enfermedad, sino algo que tal vez hayas vivido alguna vez. Se trata de sentirte como un fraude, como si estuvieras mintiendo, porque, aunque aparentas otra cosa, dentro tuyo te invade la duda, falta de confianza o baja autoestima.

Este síndrome hace que incluso cuando nos va bien, creemos que no lo merecemos, nos genera vergüenza, o simplemente no le damos crédito.

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La crítica es importante para poder avanzar, pero la censura constante no nos deja crecer, nos estanca. Nos hace pensar más en cómo se supondría que tendríamos que vernos, actuar o hacer, y no aceptar, por el contrario, lo que somos. Nos hace perder la confianza y proyectamos esa crítica sobre los demás para que la realidad exterior cuadre exacto con nuestros pensamientos.

Un "impostor", en este sentido:

  • No se siente calificado para nada que lo destaque o haga bien.
  • Busca constantemente sus fallas o errores.
  • Se compara con los demás de forma negativa.
  • Le resulta difícil perdonarse si se equivoca.
  • Cada vez que tiene que tomar una decisión siente que todo (su trabajo, amor, familia, etc) está en riesgo.
  • Todo lo positivo (comentarios, situaciones, personas que llegan a su vida) le generan desconfianza. "Seguro que está mintiendo, o que quiere obtener algo, o que no sabe nada sobre ti, o que se está equivocando".
  • Le teme profundamente al rechazo.
  • Le importa demasiado la opinión de los demás.
  • Cree que constantemente lo juzgarán.
  • En una relación, podría conformarse con alguien que lo necesita, o sentir que está de "por debajo", para que el temor al rechazo sea menor.
  • Toma todo personalmente.
  • Sobregeneraliza hasta lo más pequeño.
  • Establecen objetivos tan exigentes que es imposible alcanzarlos y eso le confirma su incapacidad.

Es posible superar la vergüenza, la baja autoestima y el perfeccionismo modificando patrones de pensamiento y comportamiento, curando nuestras heridas y aceptándonos tal y como somos.

Fuentes:

The minds journal