La masculinidad tóxica es un término que se comenzó a usar en los 80 y 90 como parte del movimiento de los Mythopoetic men. Ellos eran hombres que buscaban salir de su zona de confort y eliminar la masculinidad impuesta sobre ellos. Una que era violenta y fácil de replicar sobre otras personas. Ante esto, Frank Pittman, uno de los voceros del movimiento, dijo lo siguiente:

“¿Por qué los hombres aman tanto su masculinidad? Porque a los hombres se les ha enseñado a sacrificar sus vidas por su masculinidad, y los hombres siempre saben que son mucho menos masculinos de lo que deberían ser. Sin embargo, las mujeres tienen el poder de darle a un hombre su masculinidad o quitársela, por lo que las mujeres se vuelven terriblemente importantes y terriblemente peligrosas para los hombres".

Esto hace que la masculinidad, tan importante para un hombre, pase a ser pertenencia de otras personas, por lo que lo vuelve a él preso de una idea que no está en sus manos y lo obliga a comportarse de la forma más “masculina” que entienda, y muchas veces eso sólo implica más testosterona y menos neuronas.

Así, el problema de la masculinidad tóxica es un círculo vicioso en el que la gente decide que por su libertad de pensamiento, tiene derecho a vivir con ideas misóginas que, según cree, demuestran su categoría como una persona única y especial, pero que realmente dañan a la sociedad, la cultura y a las personas que viven cerca de él. Las masculinidad tóxica tiene muchas caras y estos son sólo unos puntos a considerar.

No es sólo un concepto para hombres

Así como los hombres pueden ser feministas, las mujeres pueden ser machistas y vivir replicando la masculinidad tóxica. Los términos han dejado de ser parte de una cuestión de género para ser conceptos ideológicos que buscan distintas cosas. Mientras el feminismo busca equidad, justicia, nuevas formas de entendernos como personas y más, el machismo, con la masculinidad tóxica, buscan que el patriarcado continúe siendo el juez y verdugo de la sociedad.

No sólo empodera a los hombres

La masculinidad tóxica no es una manera de hacer que un hombre “haga lo que quiera”. Muchos son víctimas de un sistema que los obliga a ser algo que no son, a pelear y no usar las palabras, a callar, a no expresar sus sentimientos y a alejarse de las personas que quiere porque “debe ser fuerte”. La masculinidad tóxica convierte a seres humanos libres y complejos en seres unidimensionales fáciles de entender y difíciles de tratar.

Es un sistema antiquísimo

La gente lo considera algo normal debido a que el patriarcado ha dominado la sociedad desde hace milenios. Eso no quiere decir que esté bien, ni que sea correcto continuar replicando un sistema que permite la subyugación de más de la mitad de la población.

Reprime

La masculinidad tóxica reprime las emociones, tanto de hombres como de mujeres. Nos sitúa en una realidad en la que las apariencias importan más que el bienestar mental, por lo que la gente se dedica a fingir, a actuar como si las cosas no los afectaran y todo estuviera bien. Eso es como una bola de nieve de problemas que sólo se hace más grande con el tiempo.

La masculinidad tóxica es más visible que nunca y parece que por fin existe suficiente resistencia para terminar con ella. Puede que el proceso sea lento y difícil, pero se debe aprovechar el clima político en todo el mundo para confrontar un fantasma que está presente en todas las sociedades del planeta.

Fuente:

Advocate