“Pali” tiene la mirada serena y la pisada firme de alguien para quien la vida le enseñó que nada venía regalado. Desde chica, nació y se crió en un barrio de Malvinas Argentinas, donde fue madre con 16 años y sufrió golpes por parte de su marido; una situación que sus padres, aún viviendo en el mismo terreno que ella, no advirtieron por su propio esfuerzo en ocultarlo. Hasta que un sobre llegó a ella con un valor mucho más alto que el dinero que contenía; el valor de tener, por primera vez, la posibilidad de decidir.

Cuando “Pali” recibió un microcrédito en su barrio, fue directo a comprarse el DVD como quería; pero una vez que pudo mirar más allá, invirtió el dinero en un almacén y, a partir de ahí, ese mundo se convirtió en su vida.

Hoy, “Pali” es una de las fundadoras de Semillas, una organización de microfinanzas que brinda créditos alternativos al sistema financiero tradicional para emprendimientos o viviendas, en 35 barrios vulnerados del Conurbano Norte. Pero, además es, sobre todo, una mujer fuerte y decidida, dispuesta a poner en primer plano a las más de 600 familias que atiende y, especialmente, a las mujeres, cuya voz sigue sin ser escuchada.

El bolsillo como puerta de entrada

Aunque Semillas nació con el espíritu de trabajar con hombres y mujeres, son ellas las que más se acercan por la imposibilidad de conseguir un trabajo: “Si mirás bien, hay mucha más búsqueda del sector masculino que el femenino en las áreas de producción. La mujer es la primera que queda afuera”, explica Pali; quien además señala que la posibilidad a la que terminan accediendo muchas de estas mujeres es el empleo doméstico en casas de familia, donde ya en la propia entrada a un barrio cerrado cargan con el peso de su condición social y de género: “A las empleadas domésticas las revisan y las ´palpan´ antes de entrar a los barrios privados. Porque, por portación de cara o portación de trabajo, yo, empleada doméstica, tengo el estigma de que posiblemente me afane algo de la casa de mis patrones”.

Y ésta no es sólo una realidad del Conurbano Norte: en todo el mundo la brecha entre los salarios de hombres y mujeres es del 23%, y se calcula que hay alrededor de 700 millones menos de mujeres que hombres con trabajos remunerados.

Estas posibilidades se recortan aún más en los barrios a los que llega Semillas, ya que, como suele suceder y repetirse generación tras generación, allí las mujeres tienen hijos muy jóvenes y deben enfrentar el mandato de quedarse en su casa, sin poder tampoco dejar a los niños al cuidado de sus madres, también jóvenes, que, como ellas, deben salir a trabajar. La responsabilidad que se les otorga en este sentido genera, de por sí, una desigualdad de oportunidades; pero ésta se agrava aún más por su condición de clase.

La situación parece, entonces, estar cercada: las mujeres, como dice “Pali”, “No pueden dejar dejar a sus hijos, pero necesitan trabajar porque el mango que trae, en los mejores casos, el marido, verdaderamente no alcanza”.

Es ahí cuando empieza “el rebusque”. “Muchas de las emprendedoras a las que financiamos compran cosas en Once, en Flores, en la Salada, y después las revenden”, explica “Pali”. Para ella, éste es un trabajo invisible que no se ve ni se reconoce: “No es un trabajo que se vea como el sueldo del varón. El sueldo del varón se festeja, se venera. En cambio, la mujer invierte diferente: de lo que trae de la Salada, un pantalón va para el chico. Ya ahí hay un recurso invertido en la familia que no se ve y es esa misma economía la que hace que el tipo tenga puesta una remera que se la trajo la mujer, y que ella vaya cobrando por semana lo que puede cobrar y con eso haga que toda la familia llegue a fin de mes”.

Pero, además, este trabajo va unido a la vez al que se le asigna como madre, como esposa e incluso como sostén del hogar en todo sentido porque, como cuenta Paula, en los barrios “La que destapa la cañería es la señora, la que termina haciendo la unión rústica del cable de luz es la señora”.

Esto se repite también en todo el mundo; de hecho, se calcula que las mujeres, con estas tareas, asumen entre 2 y 10 veces más trabajo no remunerado que los hombres; y que, si se proyecta, seguramente ellas trabajarán un promedio de cuatro años más que un hombre en toda su vida.

Frente a esto, Semillas es una posibilidad de que puedan tener, por primera vez, ese reconocimiento y la oportunidad de elegir: “Yo creo que el trabajo invisible es el que, de alguna forma nosotros tratamos de visibilizar en Semillas. Cuando estos emprendimientos comienzan a surgir, y a dejar de ser tan invisibles, los resultados pueden disparar para cualquier lado: tenemos incluso personas que se han animado a separar porque el tema económico es uno de los poderes más fuertes que hacen que las mujeres permanezcan en situaciones de violencia, por ejemplo, por temor al qué será después”, explica “Pali”.

Un “micromachismo”

Que estas situaciones aparezcan como invisibles a los ojos, no quiere decir que no existan sino que están tomadas como “naturales”: “Para mí existe como un micromachismo que es el que va sembrando o va autorizando que algunas cosas sucedan; y ésa es la parte que más me asusta. Y ese micromachismo está instalado en todos los niveles sociales”, dice “Pali”.

En el caso de los barrios, para ella, este “micromachismo”, incluye: “Desde que la comida más fuerte se produce a la noche porque es cuando está el varón de la casa, que es el proveedor del alimento, hasta los golpes, o incluso la música que se escucha, donde hay mucha violencia de género y la mujer la baila y la festeja”.

Por eso, para ella, a pesar de que se habla más de los derechos a las mujeres en los barrios, todavía hay contradicciones que tienen que ver con ese “micromachismo”. El pequeño cambio, entonces, es el que va a hacer la diferencia. Y ella, desde Semillas, está dispuesta a seguir trabajando para que, al abrir su sobre, otras mujeres tengan también la posibilidad de elegir dentro de una economía más justa, humana y solidaria, donde no sólo tengan más oportunidades los que ya las tienen.

Sobre Semillas

  • Están presentes en 7 municipios del Conurbano Norte, alcanzando a 600 familias y más de 2400 personas. 
  • No sólo brindan créditos (que pueden escalar a los 30.0000 pesos), sino también capacitación, asesoramiento y, mediante alianzas, algunos servicios de salud y asesoría legal gratuita. 
  • Quienes solicitan un crédito lo hacen en grupo (Grupo Solidario Autogestivo), de un mínimo de tres personas; y todas asumen el compromiso de actuar como garantes entre sí. 
  • En 6 meses, entregaron 6.000.000 de pesos. 

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