Una de las revelaciones en Netflix este año fue “¡A ordenar con Marie Kondo!”. Se trata de un reality show en el que la organizadora más famosa del mundo va a los hogares de distintas personas y pone en orden su vida a través de sus técnicas de estructuración en el hogar.

A través de distintos métodos, Marie Kondo enseña a la gente a agradecer por lo que tienen y ya no necesitan, a dejar ir, a cambiar la estructura de un cuarto para que la ropa sea más visible y accesible. Realmente parece que cambia la vida de las personas que están con ella. Pero, ¿realmente funciona un servicio así?

En Estados Unidos hay servicios de organizadores profesionales listos para ayudarte. Desde 30 y hasta 300 dólares la hora, estas personas asisten a tu casa y resuelven un problema que se ha salido de control. La gente que busca organizadores no lo hace porque no sabe acomodar los platos de su cocina, lo hace porque el estilo de vida que lleva en casa ha afectado su humor, autoestima y mucho más.

Los organizadores no limpian tu casa, no funcionan como las personas que cada semana van a barrer, limpiar ventanas y hacer tu cama. Su servicio obliga al cliente a cambiar sus hábitos y a ser quien hace la mayor parte de la limpieza, pero están junto a ellos para enseñarles maneras de evitar caer en antiguos patrones. Está más relacionado a un psicólogo que a una mucama.

Usualmente la gente llama a estas personas cuando sabe que las necesita, pero antes de eso pasan por una difícil situación, pues como el resto de las personas, creen que tal vez son un poco desorganizados, pero no consideran necesario llamar a un experto para que les ayude con tareas que parecen elementales. Después de todo, durante siglos las personas han organizado sus hogares sin necesidad de expertos.

Decoradores de interiores, expertos en feng-shui y más son distintos a los organizadores profesionales. Los últimos llegan a tu hogar y a través de sus cambios generan cambios positivos en tus hábitos y tu mente, ayudando a que bajes tus niveles de estrés y a que sientas que el lugar en el que te encuentras es un verdadero hogar y no un sitio en el que sólo llegas a dormir.

Fuente:

New York Times