En Argentina se consume casi el triple de azúcar de la necesaria: 114 gramos diarios por habitante, mientras la OMS recomienda que no supere los 50 gramos. La organización estima que reducirla a 25 gramos podría traer beneficios extras.

Gran parte de esta azúcar proviene de los “ultraprocesados”. En Argentina, cada habitante consume en promedio 194 kilos por año de estos comestibles industriales y poco nutritivos. Estos hábitos, junto al sedentarismo, provocan el aumento de la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles (cerebrovasculares, cardiovasculares, diabetes, cáncer) que son la primera causa de muerte en ese país.

¿Cómo llegamos a esta tendencia tan difícil de frenar de sobre-endulzarlo todo? La preferencia por lo dulce es algo primitivo, que existe desde los orígenes del Homo Sapiens. Antes del desarrollo del lenguaje, las herramientas y el fuego para cocinar, las papilas gustativas eran una importante arma de supervivencia. En un mundo sin heladeras, ni fechas de vencimiento, ni etiquetas, el grado de dulzor era un indicio de qué se podía comer y qué no.

azucar

Lo amargo indicaba la posible amenaza de toxinas y consecuentes amenazas mortales. Lo dulce se asociaba a un alimento nutritivo y seguro. Quizás era instintivo, o existe una memoria de la especie donde se retuercen antecesores intoxicados por sustancias amargas. Quizás era una rememoración de la leche materna que conformó el primer registro de dulzor. Lo cierto es que en lo dulce aún buscamos un abrazo cálido y protector.

Durante los primeros 200.000 mil años, el consumo de azúcar de la humanidad no fue problemático. Hasta que hace poco más de 50 años aparecieron en escena los comestibles artificiales. Después de la segunda guerra mundial la industria alimentaria llenó el mercado de ultraprocesados con cantidades exorbitantes azúcar. En parte, por su accesibilidad y bajo costo. En parte, por su poder adictivo y esa inclinación de nuestro cerebro a pedir cada día más azúcar. Lo cierto es que las consecuencias fueron devastadoras para la salud pública.

Michael Pollan en su libro “In Defense of Food: An Eater's Manifesto”, muestra cómo el consumo compulsivo de esos nuevos comestibles ultraprocesados (llenos de azúcar, sal y grasas) provocó también aumento de la obesidad y las enfermedades no transmisibles en Estados Unidos. Su propuesta, para aplanar ambas tendencias, es volver a lo natural, a la comida de verdad, re-descubrir los sabores verdaderos de la dulzura natural, como la que encontramos en frutas, verduras, ciertas especies, miel, etc.

dona o manzana

Para combatir este problema, surgió en 2019 en Argentina la "Semana de la No Dulzura", un movimiento de una gran parte de la sociedad civil que quiere volver a comer de verdad y desandar el camino del exceso de azúcar. La propuesta consiste en probar un nuevo hábito saludable entre el 25 y el 31 de julio.

¿Cómo salir del modo sobre-endulzado y volver al modo dulzura natural? ¿Cuánta azúcar es realmente necesaria? ¿Qué alternativas moderadas en azúcar existen? ¿Cómo identificar el azúcar oculta en los ultraprocesados? ¿Qué endulzantes naturales existen? ¿Qué hacer a nivel individual, familiar, institucional y gubernamental para combatir este exceso?

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