Cuando uno piensa en una “abeja”, inmediatamente se le viene a la mente la famosa abeja europea productora de miel (Apis mellifera). En ocasiones incluso, se piensa que es la única que existe.

Sin embargo, la abeja melífera es un insecto domesticado miles de años atrás: criada y seleccionada artificialmente (bajo supervisión humana) a lo largo del tiempo. Las abejas silvestres nativas, por el contrario, son especies que evolucionaron naturalmente en sus ecosistemas, sin intervención directa del humano, por lo que tienen una relación muy estrecha con su entorno.

Según el INTA, “en la Argentina se han reconocido cerca de 1.100 especies de abejas silvestres, reunidas en cinco familias: Colletidae, Andrenidae, Halictidae, Megachilidae y Apidae”.

La diversidad de especies y nichos ecológicos (estrategias de supervivencia) de este conjunto de insectos es elevada: incluye tanto especies con distintos niveles de sociabilidad, como solitarias (no forman colmenas). Asimismo, existen especies parásitas, que viven de los recursos recolectados por otras. A excepción de estas últimas, carentes de aparatos recolectores de polen, todos los adultos de la apifauna son excelentes polinizadores. La presencia de variedad de especies silvestres nativas o autóctonas (propias de la región), es buen indicador de la calidad de los ecosistemas en los que se encuentran.

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Abejas alimentándose y polinizando una serrucheta (Eryngium sp.). A la izquierda, ejemplar nativo de la familia Halictidae. A la derecha, la exótica abeja europea doméstica Apis mellifera (Apidae). Foto: Mayra Selene Caballero.

A causa de su uso comercial, la abeja doméstica, exótica en América, se ha dispersado por casi todo el planeta, volviéndose muchas veces invasora, compitiendo y desplazando a las especies autóctonas de cada región. Es por ello que cuando se habla del “colapso de las abejas”, asociado principalmente al uso indiscriminado de agroquímicos, también es apropiado prestar atención a las otras grandes causas: pérdida del hábitat y especies exóticas invasoras.

Familia Colletidae: “abejas de poliéster”

Distribuidas por todo el hemisferio sur, son solitarias y cuidan a sus crías de manera independiente, pudiendo en ocasiones construir nidos comunales. Poseen en su abdomen la glándula de Dufour, que les permite secretar una sustancia la cual se torna transparente en contacto con el oxígeno e impermeabiliza las paredes internas de sus nidos.

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Familia Andrenidae: polinizadoras especializadas

Presentes en la mayoría de los países y de hábitos solitarios, suelen construir sus paneles en el suelo y son oligolécticas: pueden visitar distintas plantas para obtener néctar, sin embargo sólo polinizan un pequeño grupo de especies emparentadas, de un mismo género o familia. Es propicio distinguir que el néctar es una “ofrenda” alimenticia de las plantas con flor para incitar al insecto a acercarse, una de varias estrategias con las que éstas cuentan para atraer visitantes florales, como los aceites o las feromonas. La polinización propiamente dicha es el proceso de transferencia de polen desde los estambres masculinos hasta la parte receptiva femenina de la flor y sólo puede darse si la morfología del insecto es adecuada para llegar a ambas áreas de la estructura floral.

Familia Halictidae: abejas metalizadas

Cosmopolitas, hay especies solitarias, parasociales (una sola generación por colmena) y eusociales primitivas (más de una generación, división de trabajo, sin distinciones significativas de tamaño entre reina y obreras). Anidan en el suelo, árboles e incluso durmientes de tren abandonados.

La familia incluye especies cleptoparásitas, las cuales colocan sus huevos en nidos ajenos, obviando la construcción de nidos propios o el cuidado de las crías. También denominadas “abejas del sudor”, por ser atraídas a éste durante el verano, la característica más llamativa del grupo es la presencia de ejemplares con una coloración metalizada de la gama de los verdes, azules, rojos, amarillos y negros.

Familia Apidae: la variedad dice presente

De las familias más numerosas. Cuenta con especímenes solitarios y parásitos, aunque son mejor conocidas por sus especies sociales. Aquí encontramos a la mayoría de las abejas más conocidas: la abeja melífera; los abejorros; las minúsculas, coloridas y hasta metalizadas “abejas de las orquídeas” (tribu Euglossini), presentes sólo en América; las abejas sin aguijón (tribu Meliponini) y abejas parásitas de aspecto similar a avispas (subfamilia Nomadinae).

Un apartado especial merecen los robustos, velludos y simpáticos abejorros. Los géneros más distinguibles en Argentina son Bombus (subfamilia Apinae) y Xylocopa (subfamilia Xylocopinae), siendo este último grupo denominado “abejorros carpinteros” por su hábito de construir sus nidos dentro de árboles y cañas. Los Bombus, también denominados “mangangá” por su nombre guaraní, cuentan con reinas más grandes que las obreras y los zánganos (machos), las cuales sobreviven al invierno fecundadas para iniciar una nueva generación al año siguiente. En las Xylocopa hay dicromatismo sexual: las hembras son oscuras y los machos de colores claros.

Este género presenta la particularidad de contar con casos de ginandromorfismo: un mismo ejemplar presenta características masculinas y femeninas combinadas. Como se explica en el paper de 2022 publicado en la Revista del Museo de Zoología de la Universidad de Sao Paulo; “Descriptions of new gynandromorphs of Xylocopa augusti Lepeletier (Hymenoptera: Apidae: Xylocopini) from Argentina”, esto es algo poco documentado (sólo 25 casos registrados formalmente).

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Ejemplar de Xylocopa (Neoxylocopa) augusti que ostenta ginandromorfismo. El cuerpo y la parte izquierda del rostro (según ángulo de la foto), presentan caracteres femeninos. El lado derecho del rostro exhibe caracteres masculinos. Espécimen fotografiado en Gran Buenos Aires. Foto: Mayra Selene Caballero.

Otro grupo de esta familia que amerita una mención especial son las meliponas (tribu Meliponini). Además de no poseer aguijón y ser productoras de miel con uso medicinal, destaca en este conjunto la convivencia de varias reinas en una misma colmena, así como la posibilidad de “intercambiar” reinas que estén emparentadas sin que las obreras de la otra colmena las ataquen, cómo sí sucede en Apis mellifera. Esto se debe a que los nidos con reinas emparentadas se reconocen, hasta donde sabemos, como parte de una misma comunidad.

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Imagen del ingreso (piquera) a un nido de la abeja melipona (Tribu Meliponini) Yateí (Tetragonisca fiebrigi), en la zona de Puerto Iguazú, Misiones. Foto: Mayra Selene Caballero.
Imagen del ingreso (piquera) a un nido de la abeja melipona (Tribu Meliponini) Yateí (Tetragonisca fiebrigi), en la zona de Puerto Iguazú, Misiones. Foto: Mayra Selene Caballero.

Familia Megachilidae: grandes albañiles

Las cuatro familias mencionadas anteriormente cuentan con algunas especies de hábitos nocturnos o vespertinos. En ésta en cambio, todos sus especímenes conocidos son diurnos. Cosmopolitas, mayormente solitarias, con especies parásitas y algunas sociales donde pueden llegar a convivir dos reinas, lo más llamativo de este grupo es la construcción de sus nidos. Los ubican en cavidades preexistentes y en lugar de recubrirlos con secreciones corporales como hacen los demás, utilizan variedad de materiales como hojas, ramitas y resinas vegetales.

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Abeja de la familia Megachilidae. Foto: Mayra Selene Caballero.