Por Viridiana Lázaro*

En el marco del Día Mundial de la Alimentación, conmemorado el 16 de octubre, se habló de dos conceptos similares, pero no idénticos: autosuficiencia alimentaria y seguridad alimentaria.

La primera se define como la disponibilidad de alimentos sanos de buena calidad para todas y todos, pero cuidado, porque no significa que el derecho de las personas sea ser alimentadas. Autosuficiencia alimentaria significa tener los medios para alimentarse por sí mismos, pero ahí es cuando la retórica comienza. ¿En realidad tenemos los medios para hacer esto posible?

Conseguir alimentos sustentables para la cantidad de población que existe en el mundo (y, por supuesto, también en México) se ha convertido en un reto, tanto como garantizar la soberanía alimentaria, definida en la ley de Desarrollo Rural Sostenible como la libre determinación del país en materia de abasto y acceso a toda la población, basada en la producción nacional.

Entonces, ¿qué tan cerca estamos de conseguirlo? Para eso contamos con el índice de autosuficiencia alimentaria, el cual nos indica que en México el 57% de los alimentos que consumimos tienen su origen en el país y el 43% restante es importado. Según la FAO, puede considerarse que en un país existe seguridad alimentaria cuando produce 75% de los alimentos que consume.

Además, actualmente en México hay 25.5 millones de personas en pobreza alimentaria, lo que equivale a alrededor del 20.4 % de la población mexicana. Para dimensionar esto mejor, usando la definición brindada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), uno de cada cinco mexicanos no tiene una alimentación que le permita llevar una vida activa y sana, porque no tiene capacidad para obtener una canasta básica alimentaria, ni aún usando todo el ingreso disponible en el hogar para comprar los bienes de dicha canasta.

Ante esto, necesitamos políticas públicas que incentiven la producción agroecológica, que tomen en cuenta consideraciones socioeconómicas y culturales, y que nos aseguren una alimentación sana al alcance de la población, más allá de proveer cantidades inmensurables de alimentos de baja calidad.

Estas necesidades, de por sí apremiantes, lo son aún más cuando los efectos del cambio climático se están haciendo visibles y los alimentos de calidad son cada vez más difíciles de conseguir. Es decir, alimentos ecológicos, libres de transgénicos y pesticidas que nos ayuden a asegurar la conservación de los suelos y del medio ambiente. Y es que, aunque parezca absurdo, estos alimentos aún no son legitimados.

Nos encontramos en un momento de la historia en el que, además de estar inmersos en una lucha por alimentos sanos y de calidad, vivimos una lucha contra los transgénicos u Organismos Genéticamente Modificados (OGMs), la cual cumple ya 20 años y parece interminable. En esta lucha, esta tecnología obsoleta ha puesto en riesgo nuestra identidad, biodiversidad y soberanía alimentaria.

La falta de información o ignorancia de la presente Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) sobre la contaminación ocasionada por los cultivos transgénicos pone en total vulnerabilidad a la agrobiodiversidad de nuestro país, además de que no puede prevenir la contaminación de otros cultivos nativos como el maíz, que es una de las principales fuentes de alimento en nuestro país.

Como consecuencia del cambio climático los alimentos son menos nutritivos

Otros temas que ignora o evade la Ley de Bioseguridad, y que sin duda son muy importantes si no queremos continuar remarcando el impacto económico, social, cultural y ambiental en México, país considerado como centro de origen, domesticación y de diversificación de maíz, son los siguientes:

Centros de origen: la LBOGM requiere la determinación de las áreas geográficas que son centros de origen y diversificación para todos los cultivos con origen en México. También se debe prohibir la liberación de OGM de estas especies en sus centros de origen y diversificación.

Principio precautorio: significa que la falta de certeza de riesgo no debe postergar la adopción de medidas de protección, lo cual en el marco legal actual tampoco establece especificidad sobre cómo este principio se aplica y garantiza de manera efectiva.

Etiquetado: no todos los productos transgénicos son etiquetados como tal, lo cual viola el derecho de los consumidores a conocer los productos que adquieren.

Permisividad a importaciones de OGM: derivado del “TLC transgénico”, en México se permite el ingreso de embarques de transgénicos procedentes de Norteamérica sin necesidad de identificar la presencia “accidental” de transgénicos, a menos que supere un rango de 5%. La LBOGM carece de mecanismos que impidan estas prácticas de “contaminación legalizada”.

La opinión no vinculante de la Conabio, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), a la hora de emitir una evaluación de riesgos medioambientales y solo tomar en cuenta a Sader y Semarnat como autoridades máximas en la toma de decisiones de nuestro patrimonio biocultural.

Los puntos mencionados anteriormente son clave para proteger la agrobiodiversidad de nuestro país y son un paso hacia fortalecer la producción ecológica en México.

Por otro lado, hay que tomar en cuenta que las formas de producción y de consumo son elementos intrínsecos el uno al otro. La producción agrícola toma total relevancia porque aunque es la más afectada por el cambio climático, también significa una poderosa arma para hacerle frente, debido a que la agricultura ecológica protege los suelos, la biodiversidad y las comunidades de las zonas rurales.

El consumo responsable, que es comer conscientemente, significa ejercer un derecho que se convierte en responsabilidad y que requiere un esfuerzo extra por informarnos más, por exigir nuestro derecho a conocer qué contienen y de dónde vienen los productos con los que nos alimentamos.

Como menciona Michael Pollan, uno de los máximos autores sobre la alimentación en el siglo XXI, “cocinar se ha convertido en un acto político”, un acto de lucha al que nos enfrentamos día a día. Y nosotros podemos involucrarnos al elegir comer ecológico, local y de calidad.

Si te interesa el medio ambiente, entérate de nuestras campañas aquí.

* Viridiana Lázaro es coordinadora de la campaña de Alimentación y Agricultura en Greenpeace México