Cinco barcos balleneros japoneses volvieron zarparon del puerto de Kushiro con la intención de cazar ballenas. Sin embargo, no es con fines científicos, que es la excusa que han usado los últimos 31 años. Esta vez es con fines comerciales.

El acontecimiento, que tuvo lugar el 1 de julio, fue la primera caza comercial desde 1988, cuando Japón se adhirió a la prohibición establecida por la Comisión Ballenera Internacional (IWC). Desde entonces, el país solo había cazado ballenas por lo que las autoridades llamaban fines científicos.

Organizaciones japonesas como la ICR (Instituto de Investigación de Cetáceos) encabezan los estudios biológicos sobre estos animales. Durante años, las autoridades locales le pidieron a la ICR una autorización oficial para cazar con fines comerciales, pero ante una nueva negativa el verano pasado, Japón decidió retirarse de la organización y reiniciar la caza comercial por su cuenta.

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Según las Agencias Pesqueras japonesas, la caza de ballenas se limitará a 227 ejemplares dentro de las aguas territoriales desde el 1 de julio hasta el 31 de diciembre. Esta cifra se suma a los 637 ejemplares cazados en las aguas antárticas y del Pacífico noroeste en los últimos años, con fines de investigación.

Sin embargo, se estima que los barcos japoneses llegaron a cazar hasta 1.200 ballenas al año durante los tiempos de la caza científica. Sin embargo, la práctica fue duramente criticada porque la carne de todos modos terminaba en el mercado, para su consumo como alimento.

Según las autoridades, la industria ballenera japonesa se mantendrá dentro de límites muy estrictos. Según detallaron, se planea cazar 52 ballenas Minke, 150 rorcuales de Bryde y 25 rorcuales comunes.

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Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la rorcual común se encuentra en un estado "Vulnerable" de conservación, mientras que la ballena Minke forma parte de las especies en estado de "Preocupación menor".

De la rorcual de Bryde no se tienen datos suficientes para hacer un estimado de conservación.

La medida ha sido repudiada por ciudadanos del mundo y grupos de conservación.

Fuente:

La Vanguardia

The Washington Post