La historia tiene el importante rol de funcionar como una  “ayuda memoria” colectiva para que aprendamos de lo sucedido y podamos hacer las cosas de otra manera. Sin embargo, no falta ocasión en que una y otra vez , lo que nos daña vuelve a repetirse.

Un año atrás informábamos sobre el derrame de un millón de litros de agua cianurada en el río Jáchal (San Juan, Argentina), producto de la actividad de la mina a cielo abierto Veladero, que explota la multinacional minera canadiense dedicada a la extracción de oro más grande del mundo, Barrick Gold.

Recientemente, e irónicamente pocos días después del aniversario, se ha hecho público un nuevo derrame, producido el 8 de septiembre pasado; y del que aun no se conocen con exactitud las consecuencias. 

Aunque el derrame se produjo el 8 de septiembre, fue conocido hace pocos días (casi una semana después de ocurrido), y recién ahí la compañía lo asumió públicamente. Según lo que se ha conocido, la Barrick informó al gobierno provincial que dentro del valle de lixiviación (donde se realiza el proceso por el cual un disolvente líquido pasa por un sólido para disolver alguno de sus componentes) se produjo el desacople de una cañería corrugada de 18 pulgadas con solución. Y lo hizo nueve horas después de producido.   
 
Como resultado, y especialmente debido a la acción de los activistas de la localidad de Jáchal, la mina se ha cerrado de manera temporaria por orden del gobierno provincial (Sergio Uñac), hasta que la empresa realice las tareas de adecuación. 

Desde la Barrick explican en un comunicado que ya se encuentran realizando estas refacciones que incluyen, por ejemplo: "La mejora de 7,5 kilómetros de bermas circundantes que constituyen el perímetro del valle de lixiviación, comenzando con la limpieza de toda la extensión de las bermas destinando más de 150 personas a la tarea”; y la colocación de bolsas aislantes e impermeables para superar su altura.

Estas bermas son las que, nada más y nada menos, deberían actuar de contención para evitar que los elementos peligrosos como el agua cianurada se filtren hacia otras zonas. Pero esto debería estar bajo las normas más estrictas de seguridad y reguladas por las autoridades. Aunque, de hecho, no deberían siquiera permitirse este tipo de explotaciones a cielo abierto, por sus ya conocidas consecuencias que puedes recordar aquí

Como era de esperarse, la compañía se desentendió de las posibles consecuencias a través de un comunicado oficial, donde afirma que: “La solución se mantuvo alejada de los canales de desvío y cursos de agua, al tiempo que el área afectada del valle ha sido reparada. Cabe destacar que el incidente no representa ninguna amenaza para la salud de los empleados, las comunidades ni el medioambiente”. El pueblo, y con justificados antecedentes, no cree lo mismo, y pide que se realicen los estudios correspondientes para medir el impacto. 

Recordemos que en el 2015 Barrick Gold mintió sobre el volumen derramado que oficialmente se contabilizó como más de un millón de litros, pero que se calcula que ha sido cerca de cinco veces mayor.

Los activistas, que aun esperan el informe del derrame del 2015, reclaman que se tome la decisión política de cerrar la mina que ya ha demostrado su potencial peligroso y que la compañía, además, se haga cargo de los drenajes ácidos luego de su cierre.  Además, argumentan que viola la Ley de Glaciares, ya que se encuentra en una zona periglaciar. 

Sin duda, el nuevo derrame vuelve a poner en evidencia la falta de control, la connivencia entre los gobiernos y las empresas y las consecuencias que eso tiene para los derechos de los pueblos y todo el ambiente

Tú puedes ayudar a frenar este proyecto megaminerio firmando la petición de su cierre que impulsa GreenPeace aquí

Porque, como señala Saúl Argentino Zeballos, de la Asamblea Jácha No se toca: “Lo que está claro es que si nos manifestamos los derrames existen; y si no, no”.