Manuela y Julio tienen 35 años y dos hijos, Vera de 2 años y Maná que está en camino. Todos viven en el Valle de la Traslasierra, en Córdoba, Argentina. La pareja se conoció en la región, los dos venían de grandes ciudades. Ellos dicen que buscaban el famoso "volver a la tierra" que hoy genera un éxodo en los jóvenes urbanos.

El romanticismo naturalista los trajo hasta aquí y, cuando llegaron, se dieron cuenta de que no estaban solos. Julio aseguró, “cuando recién se llega, uno se pierde y mucho pero una frase criolla de estas tierras dice 'hay que perderse para hacerse vaqueano'".

Por otro lado, explicó que los individuos que vienen del mundo urbano son mentales porque tienen muchas más ideas de las que pueden realizar y eso, según Julio, juega en contra porque los acelera; pero afirma que el monte, con su sabiduría, no duda en aplicar un freno.

“El cuerpo es el lugar en donde la realidad se manifiesta. Dolores y lesiones varias son el aprendizaje que te hacen bajar un cambio y comprender”, dijo el entrevistado en diálogo con Bioguia.

una nueva vida en la montaña

Julio nos comparte que cuando se logra entrar en armonía con el lugar, todo fluye mágicamente y se retroalimenta. Ellos hoy tienen cabras, gallinas, caballos y siembran hortalizas, cereales y frutales, mientras cuidan y ayudan a recuperar el monte y la fauna.

La familia vivía hasta hace poco sin electricidad pero ellos aclaran que no es lo mismo que sin luz porque allá el día arranca con el canto del gallo y un fuego. Mientras calientan la pava, le dan el maíz a las gallinas, miran la sierra, tratan de predecir el tiempo y preparan semillas para la siembra. “No se puede planificar demasiado. Si uno es muy rígido se quiebra, eso lo aprendemos todos”, afirma Julio.

Además, los nativos criollos les enseñan costumbres antiguas y se toman el tiempo para mirarse a los ojos, conversar y profundizar. “Nosotros, los llegados, necesitamos tiempo para formatearnos y reaprender estas nuevas formas, de consumidores a productores. Cuando uno se acostumbra a entrar al almacén del pueblo y conversar media hora con alguien que entra imprevistamente es que nos adaptamos a la magia de los pueblos” describe.

Volver a la Tierra

Manuela y Julio opinan que lo más difícil es estar lejos de su familia de origen porque si bien, la tecnología te acerca de alguna forma, la presencia de una tía, una abuela o un hermano hace mucha falta. “Son brújulas que en tiempos de tormenta se echan de menos”, ejemplificó Julio.

La sustentabilidad material y el sendero espiritual son dos de las más lindas virtudes de esta nueva forma de vida. Ellos hacen hincapié en que la verdadera riqueza se manifiesta logrando que sus hijos tomen leche de una cabrita, cuidada con amor y respeto, por uno o un vecino, también ayudando con sus manos a cosechar el almuerzo.

“Quizá la ropa no está entera del todo, y a veces las manos se surcan de tierra, pero hoy, en este contexto global de crisis civilizatoria, aquí no hay duda… la única que nos queda es "volver a la tierra".

Y A ti, ¿TE GUSTARÍA VOLVER A LA TIERRA?