Estoy seguro de que conoces personas que han sacado una maestría en poner excusas.

Aunque suene muy duro, las excusas son uno de los signos de la mediocridad. Puedes llamarle como quieras: pretexto, justificación, eludir, rehuir, evitar o esquivar.

Lo cierto es que la persona que se escuda de esta forma, entra en un laberinto interior donde pretende que su falta de responsabilidad e inseguridad interna no sea puesta de manifiesto.

Por eso, ante incumplimientos, descuidos, errores y compromisos no respetados, las personas expertas en este comportamiento tóxico no dudan en hacer largas explicaciones y entrar también en el laberinto de la mentira.

Todo con tal de no ser acusadas de poco fiables, irresponsables e incompetentes, cuando quizás algunos de estos términos sean los apropiados.

La dinámica de la excusa

Para entender qué pasa por la mente de quien utiliza este recurso a menudo, es necesario entender que puede tratarse de:

- Inseguridad: es el caso de alguien inseguro, que teme decir que “no” ante situaciones o tareas que sabe que no va a cumplir.

- Incompetencia: la falta de habilidad para asumir tareas que le resultan incómodas y lo sacan de su zona de confort.

- Nula responsabilidad personal: se trata de alguien que no tiene la responsabilidad sobre lo que dice y lo que hace. Estamos aquí frente a un signo de inmadurez si la persona tiene plenas facultades mentales y consciencia.

Para la psicología, la tendencia a excusarse tiene su origen en la infancia, cuando la persona se ha entrenado en poner pretextos y justificaciones de distinto tipo para no cumplir con las tareas, por ejemplo, las de la escuela. Si en aquel momento no fueron puestos los límites apropiados, es posible que haya naturalizado la conducta y así forma parte de su patrón de adultos.

shutterstock_1162333510

[También te puede interesar: Conoce los 5 secretos para tener una voluntad inquebrantable]

La diferencia entre motivo y excusa

Todo lo que he planteado hasta aquí puede tener sus atenuantes, que de ninguna forma deberían ser vistos como justificaciones.

El asunto es que pueden existir motivos reales para un incumplimiento. Si te anticipas a tu futura excusa, puedes reprogramar, volver a pactar o resolver, siempre conviniendo entre las partes. Este es un signo de proactividad de las personas.

La excusa, sin embargo, es reactiva. ¿Por qué? Simplemente porque explicas tus causas después de haber incumplido tu promesa, justificándote o echando un cuento.

Procrastinadores seriales

Una de las principales consecuencias consiste en que estamos frente a personas que son grandes procrastinadoras, porque no sólo incumplen sus compromisos, sino que postergan su realización.

Ese es el momento en que es posible que aparezcan signos del comportamiento de víctima, con frases como “Me haces sentir mal con lo que me dices”, “No pensé que fueras así” y “Siempre cumplí, ¿por qué nunca confías en mí?”.

Si observas estas frases tomarás consciencia de la debilidad de argumentos, que están basados en generar culpa a los demás, poner en duda la integridad de quien le confronta, y generalizaciones del tipo “siempre, nunca”.

Incluso puede ser que pongan justificaciones que van en contra de sí mismos, por ejemplo, “Mejor mañana empiezo el gimnasio”, “Esto lo dejo para después”, “Se me hizo tarde”, “Había mucho tránsito, que fue el culpable de que llegara tarde”. Aquí lo que aparece es el poner afuera su responsabilidad sobre los hechos, eludiéndolos por completo.

Lo triste es que, si le das una nueva oportunidad, es posible que vuelvan a incumplir sus promesas.

shutterstock_1308783574

Las excusas, límite invisible del crecimiento

La persona que vive poniendo excusas no toma dimensión del daño que hace a los demás, y, a la vez, ha encontrado una forma cómoda de comportarse para hacer lo mínimo indispensable.

Desde la perspectiva de despertar el potencial humano, quien se justifica permanentemente coarta su posibilidad de crecimiento personal y profesional; es decir que le pone barreras al cambio que significaría asumir las cosas en forma madura.

Digamos la verdad: todos hemos puesto excusas alguna vez; a veces por miedo a una reprimenda, o por querer caer bien parados en una situación compleja. Pero el asunto aquí es cuando se ha transformado en un comportamiento reiterado que genera trastornos en las relaciones.

Qué hacer para frenar excusas de los demás

Si convives con personas que viven excusándose y alteran tu vida en alguna forma, es necesario tomar acción, para lo que sugiero:

- Ser firme y amable a la vez para marcar ese comportamiento.

- Evitar un juicio que desvalorice a la otra persona.

- Si das nuevas chances para que rectifique su conducta, prepárate para alentar si realmente lo hizo; o para encarar un camino alternativo si cae en lo mismo.

- No justifiques la excusa de este tipo de personas, porque los estarás apoyando en su debilidad, en vez de en su fortaleza.

- Invitar a la persona una y otra vez a asumir la responsabilidad plena sobre sus actos: no los minimices.

shutterstock_613752935

Los 5 pasos definitivos para dejar de poner excusas

Si te viene interesando este artículo, es porque posiblemente haya algún aspecto que puedes mejorar en el tema. Entonces, te hablaré a ti, en primera persona.

Aquí propongo estos cinco pasos como una guía práctica que puedes empezar ahora mismo si quieres desterrar para siempre las excusas de tu vida

1. Reedúcate en asumir la responsabilidad

Tal vez sea el paso más complejo de alcanzar, ya que tienes un historial de rehuir a afrontar las situaciones. Por esto, es necesario encararlo con un profundo proceso de autoconocimiento, para reconocer tu falencia en ese aspecto, y tener la disposición a reeducarte.

La buena noticia es que estas habilidades sociales se pueden entrenar. El proceso es desaprender el comportamiento, volver a incorporarlo en forma conducente, y sostenerlo en el tiempo. Llevar un “diario de excusas” es un buen recurso cuando la reconoces este problema: te ayudará a tomar consciencia.

2. Pedir ayuda al entorno directo

La excusa es una mentira encubierta que te dices a ti, por miedo a enfrentar la realidad, que tiene sus consecuencias. Si piensas bien, en la gran mayoría de los casos hubiese existido alguna forma de no caer en ella.

Por ejemplo, si sabes que llegarás tarde a un compromiso, avisa con antelación en vez de decir que no sonó el despertador.

Propongo que crees una red de contención en tu proceso. La familia, amigos y compañeros de trabajo cercanos pueden ayudar en identificar cada excusa que pongas, y alertarte de una forma específica para que tomes consciencia de cuántas veces caes en la justificación.

shutterstock_1912285117

3. Detectar qué hay detrás de la excusa

Si reflexionas profundamente en este aspecto de tu comportamiento, te darás cuenta de que te autoengañas.

Por ejemplo, cuando te dices: “No llegué a tiempo a la reunión con el cliente porque no tenía la ropa planchada”, en realidad podría significar: “No fui a la reunión con el cliente porque me daba pánico hacer esa presentación.”

Empieza a tener honestidad total contigo, como paso esencial para superar esta conducta evasiva de tu responsabilidad.

4. No justifiques las excusas de otros

Otra forma de dejar de justificar todos los “Quise, pero…”, “Es que…”, “¡No sabes lo que pasó!” es que permanezcas muy consciente y con atención plena a las excusas de las demás personas. Observa qué dicen, cómo lo expresan con su cuerpo, qué manifiestan con su mirada y actitudes.

Serán un espejo de tu propio comportamiento. Al ver ese reflejo, puedes sacar algunas conclusiones del daño que estás provocando en los demás, y en ti.

5. Un día a la vez

Cambiar un comportamiento arraigado puede ser un proceso desafiante. Para lograrlo, te sugiero que empieces con tu compromiso férreo de un día a la vez. Y otra vez al día siguiente, y así sucesivamente.

Este “sólo por hoy” te ayudará a lidiar con la ansiedad de que puedas recaer en tu tendencia a la excusa. En vez de eso, empieza a reemplazarla por una mayor confianza y determinación interna en que estás camino a lograrlo.

shutterstock_1146985211

Cuando llegas a este punto tienes que tomar una decisión: seguir actuando débilmente, amparándote en tu mundo de justificaciones, de los cuentos, las historias de todo tipo, las mentiras y las excusas… O pasar a fortalecerte demostrándote que puedes, y reconquistando la confianza que los demás puedan haber perdido en ti. Está en tus manos.

[También te puede interesar: “Es una forma de decir” no existe: esa es tu forma de pensar]