Hay situaciones de la vida donde puedes tener percepciones acerca de lo que sucede con personas a tu alrededor, que tú clasificas como que te odian.

A veces, interpretar la envidia, el rencor, la ira, y situaciones presentes, pasadas o las imaginaciones del futuro que aún no existe, puede llevar a que sientas que eres blanco de ese sentimiento que te corroe por dentro. Sin embargo, el odio es más potente, te consume, incita a la venganza y es más persistente en el tiempo.

Si recurrentemente piensas “¿por qué siento que todo el mundo me odia?”, en general sucede que estás transitando algún tipo de crisis que afecta también otras dimensiones de tu forma de ser, especialmente la autoestima frágil. Han tocado tus teclas del ego, y se detonó la entrega de tu poder personal al fijar en exceso tu mirada sobre lo que los demás piensen o digan de ti.

Claro que hay hechos y circunstancias que acentúan esta forma de sentir.

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Hazte algunas preguntas

Lo concreto es que, por más que lo sientas de esa forma, quizás haya mucho de subjetividad en tu interpretación, lo que podrías revisar internamente a través de analizar los sentimientos. Para ello, deberías comenzar por plantearte los siguientes interrogantes:

  • ¿Sientes rechazo permanente? ¿Es algo pasajero?

  • ¿Hubo alguna situación puntual que pudo haber despertado ese odio que percibes hacia ti?

  • ¿Se generaron marcos de conflicto? ¿O son solamente suposiciones o sospechas?

Como ves, el formularte preguntas es sumamente útil para empezar a desenredar ese sentimiento interior que te somete, puesto que, por más que quieras actuar como si no te afectara, hay algo que está haciendo mella dentro de ti.

Busca tener claridad

En la situación de interpretaciones subjetivas, como el “siento que me odian”, es importante darle marco de profundidad y claridad para no exagerar reacciones emocionales que pueden dañarte y hacer aún más profunda esa brecha que percibes.

Por ejemplo:

- “Todos me odian” > Generalización > ¿Todos? > Pregunta de contención: ¿existe alguien que no te odie?

- “Estoy solo/a” > Victimización > ¿Estás totalmente solo/a? ¿Vives en aislamiento completo y total? > Pregunta de contención: ¿hay alguna persona a tu alrededor?

- “Me odian porque soy mejor que todos” > Soberbia > ¿Eres absolutamente mejor que todas las personas del mundo? ¿Quiénes son "todos"? > Pregunta de contención: ¿existe gente con talento y capacidad equiparable a la tuya?

Como puedes observar, hace falta valentía para responder estas preguntas y salir del diálogo interior rumiante, que por lo general lo que busca es satisfacer tu parte del ego que quiere tironearte para que te sientas víctima de las circunstancias.

Mientras juegas el rol de víctima, no das espacio para plantearte si, por caso, hubiese algún tipo de responsabilidad personal en lo que sientes acerca del odio hacia ti.

Esto no significa que tú eres causante de ello, sino que lo observas desde tu responsabilidad, porque quien lo siente, percibe e interpreta así eres tú, y eso te pertenece: no es de los demás.

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Aquello en lo que enfocas tu atención, se multiplica dentro tuyo

Cuando planteas este tipo de dilemas humanos como el “siento que me odian”, pones tu atención en el “me odian” en vez de ir profundo, y tu foco hace que este aspecto se agrande dentro tuyo.

La mente es un proyector de cine: la película que te cuentas internamente sale de una pequeña imagen que tú proyectas en la pantalla gigante de tu vida. A medida que se proyecta a distancia (física, tiempo, brecha emocional con el acontecimiento original), más grande es esa imagen, y por lo tanto, se agiganta la percepción que tienes acerca del sentimiento que te domina.

¿Qué tal sería dedicar un tiempo a observar esas percepciones, y declarar si son válidas o no para ti? Porque sostener demasiado tiempo una afirmación que puede ser distorsionada -por más que a veces pueda ser verdad-, te quita energía y fortaleza interna, consume tu autoestima y valoración, y no te permite progresar.

El sentimiento de odio que se siente te limita

Para seguir profundizando, si dejas que te arrastre ese pensamiento rumiante de odio dirigido hacia ti, tú también entras en esa forma de energía, ya que, generalmente, la primera reacción automática es devolver con la misma moneda: odiar a la otra persona.

Lo único que logras en este caso es cargarte de más resonancia no contributiva dentro tuyo, alimentar los miedos y debilitar tu fortaleza interior. En este caso pregúntate: “¿qué elijo: seguir odiando o ser feliz?”.

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Diferenciar la persona del comportamiento

Muchas veces lo que se define como “odio” es en realidad un sentimiento al que no se logra poner otra denominación.

Quizás no sea que te odien o que tú odies a alguien, sino que lo que aparece es el juicio que tú o los demás ponen hacia una situación o comportamiento, y no abarca, necesariamente, a la totalidad de la persona.

En este caso, observa qué importante es distinguir la persona del comportamiento: por ejemplo, al decir “siento que todo el mundo me odia” le digo a mi mente subconsciente (que es el espacio mental donde están las emociones y los sentimientos) que soy un fracaso como ser humano, indeseable y que genero rechazo en cada una de las personas con las que me cruzo en la vida.

En cambio, si logras discernir, podrías expresar: “siento que a Natalia le desagrado cuando me comporto con arrogancia al hablar de la casa tan bonita que tengo”. ¿Notas la diferencia? Separas a la persona (tu ser) del comportamiento que, supuestamente, podría molestar a los demás. Luego, queda en ti ver si quieres actuar de alguna forma diferente, o no.

Lo mismo funciona si tú odias a otra persona: “Te odio porque siempre me señalas mis errores” (te diriges a la totalidad del ser), cuando puedes expresar: “Siento que me dañas emocionalmente cada vez que señalas exclusivamente mis errores. ¿Hay algún aspecto positivo que consideras que tengo para que yo pueda saberlo?”. La perspectiva es completamente diferente, sin necesidad de expresarlo en términos de odio.

Las personas que odian mucho sufren de falta de amor propio

Lo opuesto al odio es el amor. Por eso, por lo general quienes se quedan estancados en sentimientos de odio sufren de un déficit de amor propio, que nada tiene que ver con la arrogancia, sino que es el quererse a sí mismos.

Lejos del narcisismo, es tener una cuota de autoestima lo suficientemente equilibrada para entender que no le gustas a todo el mundo, y eso siempre será así. Más allá de esto, te abres a considerar el punto de vista de los demás como lo que es, sin que te afecte interiormente ni determine sentimientos nocivos hacia ti y que, como una onda expansiva, esparces hacia tu entorno.

Lo que vives negativamente dentro de tu mundo interno por lo general se transforma en manifestaciones físicas hacia afuera: si odias internamente, también lo haces externamente; si sufres por dentro, te vinculas con los demás desde el sufrimiento, y así sucesivamente.

Por lo que es importante recobrar tu poder interior, para experimentar el equilibrio emocional de manera apropiada. Al final, este camino te conducirá a tener más sabiduría y mayor libertad.

Ponte en acción

La lectura de un artículo como este es sólo el primer paso: lo que verdaderamente hará el gran cambio en ti es la práctica cotidiana.

Además de los recursos y herramientas anteriores, aquí tienes más ejercicios, animándote a accionarlos desde ahora mismo:

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Detecta tus creencias limitantes

Puedes trabajar internamente en todas las formas de interpretar el mundo que creías correctas -porque eran práctica o te las habían inculcado- y que hoy ya no son útiles para tu presente.

Una creencia limitante se cambia por otra del signo opuesto, es decir, potenciadora. Haz una lista de todas las que te limitan, y cuáles son las que te potenciarían, y trabaja activamente en el día a día hasta transformarlas.

Perdona

Si bien hay situaciones aberrantes que exigen un profundo trabajo interno, para lo que te recomiendo la consulta con terapeutas profesionales, es necesario asumir que, si no puedes modificar nada externo de lo que pasó, sí es factible resignificar internamente la situación. Y ese nuevo significado nace con el perdón.

Perdonar no es justificar. Es entender que eliges dejar de vivir con una carga muy pesada, y quieres perdonar y perdonarte para sentir más liviandad de espíritu.

Desafía tus pensamientos

La reacción automática que produce el “siento que todo el mundo me odia” te lleva en una espiral hacia abajo, que te hunde y te somete a ese polo negativo de pensamiento.

Por eso, la próxima vez que observes que se aproxima en tu mente, desafíalo haciéndole preguntas, como si hablaras con alguien de verdad: “¿qué quieres decirme esta vez?”, “¿hay alguna enseñanza para mi que todavía no logro ver?”, “¿qué es lo que aprenderé al escucharte?”.

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Puedes trabajar con afirmaciones positivas para reforzar tu subconsciente en una nueva senda que te ayude a salir de ese bucle automático, para crear otro que sea positivo y saludable para tu mundo emocional.