La luna llena simboliza la máxima expresión de un ciclo. Su punto más alto, y a partir de allí, la lenta declinación hacia el cierre y el inicio de un nuevo ciclo que se dará con la siguiente luna nueva. La energía está más alta, todo se hace más grande, más fuerte, más visible. El eclipse lunar potencia todo esto un poco más y expone lo que estaba oculto a la luz de nuestros ojos y nuestro corazón.

Se abre el eje Géminis-Sagitario, la comunicación, el aprendizaje y los vínculos. La necesidad de movernos, de conectarnos con otros, las ansias de viajar o abrirnos a mundos nuevos. También su sombra, las ideologías, las conductas infantiles y los fanatismos.

Todo esto puede verse además amplificado por la conexión del sol y de la luna a Neptuno en Piscis. La energía no encuentra límites a tanta expansión, lo que puede llevarnos a inflar mucho un globo sin tener consciencia de que en algún momento va a explotar. La sombra de la idealización que no vimos suele manifestarse así, estallando.

¿Y, cómo hacemos para no caer ahí? La clave está en no tratar de encontrar una “verdad” ni de defenderla a capa y espada, porque Neptuno nos enseña que en esta dimensión humana siempre hay velos que no nos permiten ver nada con absoluta claridad y razón. Los extremos y fanatismos, no importa qué defiendan, se parecen mucho más de lo que creen con sus oponentes y andan por la vida inconscientes del nivel de ceguera que manejan.

Juzgan a quienes se les oponen de “malvados” y se incomodan con aquellos que tratan de tener una mirada más amplia, y no se les suman, juzgándolos de “tibios”. Esa es la defensa que utilizan para no correr el riesgo de cuestionarse y de repente sentirse en el abismo de la confusión que implica vivir en una humanidad tan compleja y contradictoria como la que vivimos.

Es incómodo tener dudas. Es incómodo re-preguntarse sobre lo que ya definimos. Es incómodo no saber. Nos hace sentir inseguros. Nos enseñaron que era un signo de inferioridad. Y así vamos como humanidad, escondiéndonos en certezas, divididos, polarizados, muertos de miedo del que piensa distinto. Ciegos de que somos mucho más parecidos de lo que creemos. El hecho de sostener una ideología diferente, no significa que nuestros deseos y genuinas intenciones lo sean. Pero necesitamos sacarle todo vestigio de humanidad y de buena intención al que está parado enfrente para seguir atacándolo y seguir sin cuestionarnos. En la polarización está la defensa y la trampa. Una de nuestras mayores sombras como humanidad.

La lealtad a ser y pensar de una manera para estar adentro, para pertenecer, se convierte en una terrible cárcel, quitando toda libertad, individualidad y diferencia. No hay aprendizaje, sólo adoctrinamiento.

Géminis es el alma del curioso aprendiz. Sabe que no sabe y esto lo mantiene abierto a escuchar, dialogar, aprender de cada persona, cada noticia, cada situación, un poquito más. Para aprender hay que estar abierto. Hay que estar dispuesto a comunicarse con todos, en todos los idiomas y las formas posibles. En la diversidad está la riqueza. En la multiplicidad se da la conexión de nuevas ideas. En el cambio está la posibilidad de crecer.

Esta luna llena nos enfrenta con todo esto

¿Qué me pasa cuando no entiendo algo? ¿Cómo me siento cuando no se? ¿Me permito no saber o siempre tengo que poder argumentar y a toda costa “ganar” la discusión? ¿Cómo me relaciono con aquel que piensa distinto a mi?

Responder a estas preguntas creo que nos ayudará a ver cuán abiertos y permeables somos con los otros y cuán conectados estamos a nuestra capacidad de aprender.

Creo que la mayor herramienta con la que podemos contar en el camino hacia una verdadera sabiduría, no es la inteligencia, ni el orgullo, ni la exigencia, sino una alta dosis de apertura, humildad y tolerancia a la frustración.

Solo puedo aprender si reconozco que no sé.