Una de las poblaciones más llamativas y singulares de Benín la encontramos en el Lago Nokoué. Ganvié o la Venecia africana no es un destino conocido internacionalmente, pero sí un asentamiento digno de visita debido a su curiosa ubicación, su arquitectura y la forma de vida adaptada a las circunstancias de sus habitantes.

El origen de dicha población lacustre se remonta al siglo XVI y XVII, cuando el grupo étnico Fon se dedicaba a buscar esclavos para venderlos a los portugueses. En ese momento, el tráfico humano era un negocio sólido y prolífico del cual muchas personas trataban de escapar.

Otro de los grupos étnicos locales, los Tofuni, los cuales estaban completamente asediados por los Fon, huyeron desde la capital Cotonú al Lago Nokoué en busca de paz. La elección del lugar no fue casual, pues la religión de los Fon les impedía adentrarse en el agua, y por ello allí estarían seguros de futuros ataques. De hecho, Ganvié significa “Libertad en las aguas”.

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Sobre una base de estacas de madera, los Tofuni construyeron sus casas de paredes de bambú y tejados de paja o chapa. La gran parte de la actividad diaria es realizada sobre sus balsas. La realidad es que muchos niños aprenden a andar y remar prácticamente al mismo tiempo. Su forma de vida ha obligado a su población a desarrollar unas destrezas que muchos no aprenderán en toda su vida.

Hoy Ganvié es hogar de aproximadamente 20,000 personas, aunque existen otros asentamientos más pequeños en el lago como So-Zouko, So-Tchanhoué o So-Ava. La vida de estos y otros pueblos de la zona gira en torno al lago hasta convertirlo en su principal medio de sustento.

Sus barcas o “dugout” son fabricadas usando materiales reciclados viejos, como por ejemplo sacos para la vela de la embarcación. Una buena parte de los hombres locales se dedican a la pesca, utilizando distintos métodos como una red en forma de embudo llamada “medokpokonou” o un equivalente a nuestra piscifactoría pero de con sus limitados medios llamada “acadja”. Las mujeres, en cambio, se dedican a la venta del pescado, siendo muy común verlas en barcas con sus enormes sombreros de paja.

Cada día se celebra el “Gran Marche”, que es el mercado diario donde venden todo el pescado capturado por los hombres desde sus barcas, ya sea fresco, ahumado o frito. Además se vende fruta, verdura y objetos de plástico de uso cotidiano para complementar sus ingresos.

Al igual que sucede en el resto del mundo, el cambio climático va a afectar la vida en esta región. Su frágil ecosistema, la pesca excesiva y la escasez de recursos para controlar la contaminación pueden dificultar mucho el día a día de sus residentes en el futuro.

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Otro motivo de visita es que viajar a esta región significa adentrarse en los orígenes de los ritos vudú. Es muy complejo describir qué veremos, si lo entenderemos y si estaremos preparados para ello. Probablemente la respuesta a las dos últimas cuestiones la podrá contestar cada uno tras la experiencia.

Lo que es indiscutible es que si decidimos sumergirnos en un mundo tan diferente al nuestro, deberemos liberar nuestra mente al máximo y servirnos de un guía que nos ayude a ponernos en los pies estos supervivientes que viven realidades que nada tienen que ver con las nuestras.