Cinco ciudades de Sudamérica pueden estar bajo el agua en el año 2100. La crisis climática está dejando huellas cada vez más visibles. Desde 1880, el nivel de los océanos subió cerca de 20 centímetros, una cifra que crece a un ritmo cada vez más acelerado. Las señales son claras: los polos se están derritiendo más velozmente de lo anticipado y el mar está ganando terreno de forma alarmante.

Un estudio reciente publicado en Nature Climate Change y basado en datos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), advierte que para el año 2100 el nivel promedio del mar podría elevarse entre 28 centímetros y un metro. Este fenómeno, lejos de ser una simple estadística, conlleva riesgos concretos: inundaciones más frecuentes, desplazamientos masivos de comunidades costeras y alteraciones drásticas en los cursos fluviales.

El principal detonante es el calentamiento provocado por el ser humano, que genera una expansión térmica del agua oceánica y un deshielo masivo en Groenlandia, la Antártida y los glaciares del planeta.

La organización Climate Central, dedicada a rastrear el impacto climático global, ha señalado que numerosas playas podrían desaparecer y varias ciudades latinoamericanas están entre las más amenazadas. Punta del Este (Uruguay), Barranquilla (Colombia), Maracaibo (Venezuela), Río de Janeiro y Porto Alegre (Brasil) están en el centro de la preocupación. Incluso sectores de las provincias argentinas de Entre Ríos y Buenos Aires figuran en la lista de zonas en riesgo de anegamiento permanente.

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La provincia de Entre Ríos, castigada por incendios forestales en 2022, también figura en la lista de las ciudades que sufriría los efectos del aumento del nivel del mar (Reuters)
La provincia de Entre Ríos, castigada por incendios forestales en 2022, también figura en la lista de las ciudades que sufriría los efectos del aumento del nivel del mar (Reuters)

Estudios realizados

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA) subraya que el manejo inadecuado de los recursos hídricos —como el uso excesivo de acuíferos o la pérdida de manglares— agrava esta amenaza. En Barranquilla, por ejemplo, su ubicación junto al río Magdalena la expone a constantes desbordes; en tanto que en Maracaibo, Río y Porto Alegre, la proximidad al mar incrementa su vulnerabilidad.

La NOAA reclama medidas urgentes y coordinadas. Las acciones deben ser colectivas: desde decisiones estatales hasta cambios comunitarios. La ciudadanía debe comprender que este no es un problema del futuro, sino una emergencia del presente.

Por si fuera poco, la Organización Meteorológica Mundial prevé que una de cada diez personas del planeta podría verse forzada a migrar por la subida del mar. Países como México, Nicaragua y Honduras también están en la lista de posibles afectados, con proyecciones que hablan de hasta 2,1 metros de incremento en algunos sectores.

La razón: el 90% del calor atrapado en la Tierra por los gases de efecto invernadero termina en los océanos. Ese exceso calienta el agua, la expande y derrite los hielos. Es una cadena que ya está en marcha. En América Latina y el Caribe, la situación es aún más crítica: el nivel del mar sube por encima del promedio mundial. Además, el fenómeno de El Niño agravó este escenario durante 2023, generando niveles récord de agua desde el Pacífico hasta las costas sudamericanas.

La pregunta ya no es si esto va a pasar. Es cuándo. Y quiénes van a quedar bajo el agua.